Esculapio y Salus |
Aniversario de la fundación del templo a Esculapio
en la Isla Tiberina.
Esculapio,
dios médico
Se trata del Asclepios griego, llamado por los
romanos Aesculapius. Hijo de Apolo,
dios de la medicina por antonomasia, y la mortal Coronis. La mitología de esta
deidad es amplia. Criado por el más notorio de los centauros, Quirón, que le
instruyó en las artes médicas y herboristas. Tal era su habilidad en vida que
era capaz de resucitar a los muertos, por lo que Zeus, temeroso al ver peligrar
el orden natural, lo mató. Tras ciertas vicisitudes mitológicas, Zeus dispuso
al difunto Asclepios entre las estrellas, convertido en la constelación de
Ofiuco.
Uno de sus símbolos más conocidos es la serpiente,
animal que vive tanto sobre como en el interior de la tierra, conociendo sus
secretos, teniendo en cuenta que el veneno es tanto ponzoña como medicina. Un
animal temible, complejo pero custodio de útiles secretos.
La diosa Salus se identifica, en relación con
Asclepios, con la griega Hygea (ver el festival del Augurium Salutis).
En Roma se adoptó desde siglos tempranos a Apolo
como dios médico. Siglos más tarde Esculapio, otra deidad griega, se añade al
panteón de divinidades extranjeras aceptadas por los romanos. Al fin y al cabo,
eran los tiempos del helenismo.
El
serpenteante Esculapio llega a Roma
Roma dirimía el victorioso final de las guerras
samnitas que tantas pérdidas y sufrimientos había ocasionado a la república. En
el 295 a
C. la batalla de Sentino había sido decisiva y favorable a Roma; pero la
alegría no era completa. Tras la batalla, una plaga azolaba desde hacía tres
años la ciudad y los campos romanos. Conjuntamente a otros prodigios, se
decidió consultar los libros Sibilinos en busca de una respuesta, como narra
Tito Livio en su Historia de Roma X (57, 6-7): “Los múltiples motivos de alegría de aquel año apenas si bastaron para
aliviar de una única calamidad: una epidemia que arrasó simultáneamente la
ciudad y el campo; el azote tenía ya el aspecto de un acontecimiento de mal
augurio y se consultaron los libros para saber qué final o qué remedio
concedían los dioses para semejante desgracia. Se vio en los libros que había
que traer a Esculapio de Epidauro a Roma: pero como los cónsules estaban
absorbidos por la guerra, aquel año no se hizo nada en este sentido, aparte de
la celebración de un día de rogativas a Esculapio.”
Aunque se conocía al griego Asclepios, en Roma no
existía templo alguno en su honor. Por ello, tras la consulta, se envió a
Epidauro, la sede más influyente e importante de Asclepios en la Hélade, a Q.
Ogulnio como embajador –destacar que este antiguo cónsul fue un gran defensor
de la plebe-, para solicitar la ayuda del dios. Una vez allí, la embajada rogó
a la deidad que viviese en Roma. Al punto, una serpiente del templo, símbolo y
encarnación de Asclepios, atravesó veloz y sin temor alguno, algo singular al
tratarse de un animal tímido, la ciudad hasta arribar al trirreme romano
atracado en el puerto. Este hecho se consideró un prodigio y una demostración
favorable de la deidad por la causa romana. La serpiente, una vez a bordo, se
adentró en el camarote de Ogulnio, enroscándose tranquilamente, a la espera de
zarpar hacia Roma.
La travesía de regreso a Roma duró unos tres
apacibles días. Una sola vez tocaron tierra antes de llegar, en Antium, una
localidad que sí tenía un santuario a Asclepios. La serpiente desembarcó,
entrando en el santuario, para mostrar sus respetos y regresar al barco tras
tres días de estancia. Otro hecho insólito como poco.
Una vez en el Tíber, en la misma Roma, se preparaba
el trirreme para arribar a puerto con los gozosos embajadores, cuando
súbitamente la serpiente abandona el barco y se adentra en la Isla Tiberina,
como clara muestra del lugar donde debía edificarse el templo a Esculapio.
Ovidio, en sus Metamorfosis XV (730-740) narra la
llegada del trirreme, el alborozo general y el prodigio de la serpiente nadando
hasta la Isla Tiberina, lo que fulmina de inmediato la plaga:
“Aquí de todo
el pueblo por todas parte y de las madres y de los padres
al paso la
multitud se lanza y las que los fuego, oh troyana Vesta,
guardan
tuyos, y con alegre clamor al dios saludan,
y por donde a
través de las enfrentadas ondas la nave rápida es conducida,
inciensos
sobre las riberas, en aras por orden hechos,
por ambas
partes suenan y aroman el aire de sus humos,
y herida
entibia la víctima a ella lanzados los cuchillos.
Y ya a la
cabeza de los estados, de Roma había entrado a la ciudad:
se yergue la
sierpe y en lo alto del mástil empinada
su cuello
mueve y sedes para sí alrededor busca aptas.
Se escinde en
gemelas partes, circunfluyente su caudal
-Insula de
nombre tiene- y por la parte de los costados ambos,
extiende
iguales, en medio la tierra, sus brazos:
aquí desde el
pino del Lacio la Feba serpiente
se traslada y
un fin, su apariencia celeste retomada,
a los lutos
impuso y vino el Salutifer a la Ciudad.”
Aedes
Aesculapii
El templo tras varios años de construcción fue
inaugurado el 1 de enero del 289
a . C. La Isla Tiberina le está consagrada por completo,
aunque la comparte con otras divinidades y sus templos. Tanto en el templo como
en la isla abundan las signa Aesculapia,
estatuas representando al dios y una serpiente enroscándose en el cayado que porta;
destaca una colosal estatua en uno de los pórticos del aedes. El templo está profusamente decorado con frescos.
En todos los aspectos es un asklepieon, tanto un lugar de culto como un “hospital”. Aunque
difiere de nuestro concepto moderno en muchos aspectos. El templo dispone para
los fieles enfermos de un abaton, una
gran sala para la incubatio, en la
que tras reposar y dormir, reciben al dios oníricamente. Los sacerdotes, tras
consulta con el paciente, aconsejan las medidas médicas a seguir. A este
servicio acuden enfermos sin importar su condición social: todos son
bienvenidos; aunque todos deben donar una moneda y rogar a la divinidad. Sin
olvidar, además, antes de la incubatio,
asearse en el tholos o fuente
dispuesta en el exterior del templo, aunque dentro del recinto templario.
Por el templo pululan multitud de serpientes –no
venenosas- en representación de la deidad. Son libres de ir allí donde les
plazca, lo que a menudo resulta curioso a los enfermos que acuden al abaton para la incubatio. Puede ser difícil dormir con una serpiente observando
nuestro sueño…
Nota del
autor
Debe entenderse que al referirme a templo lo hago
en su conjunto. Un edificio alberga la estatua de la divinidad, siendo un lugar
reservado a los sacerdotes y fieles más allegados. Otros, como el abaton o el tholos, aunque estén dentro de lo que se considera “templo”, son
lugares más públicos y accesibles.
Suetonio, en su Vida de Claudio (25) nos
narra una de las medidas legislativas de este emperador, con la intención de atajar
una mala práctica asociada al templo de Esculapio: “En vista de que algunas personas, hartas de cuidar de sus esclavos
enfermos y debilitados, los exponían en la isla de Esculapio, estableció que
quedaran libres todos aquellos que fueran expuestos, y que no volvieran a caer
bajo la autoridad de su dueño si sanaban; pero que si alguien prefería matar a
uno de sus esclavos a exponerlo, incurriera en el delito de asesinato.”
La isla, como puede apreciarse, es un lugar
concurrido. No son pocos los enfermos que acuden con la esperanza de obtener el
favor y la ayuda del dios sanador. Muchos dejan recuerdos votivos tras su
curación, como ejemplo de la eficacia de Esculapio y sus sacerdotes.
El templo, al estar situado fuera del pomoerium, el límite sagrado de la
ciudad, es adecuado para recibir la visita de embajadores extranjeros, por lo
que pueden verse comitivas de bárbaros entremezcladas con la afluencia de fieles
enfermos y los senadores que suelen ser sus anfitriones.
Aguas y
paludismo
En la antigüedad, el Mediterráneo está azotado por
el paludismo, siendo una enfermedad común entre las gentes de toda condición
social, siendo básico para la salud escoger bien las fuentes acuáticas, según
sus diversas propiedades, ya sean estas sulfurosas, aluminosas, bituminosas,
nitrosas… Vitrubio, en su Arquitectura I (2, 6), lo explica
del siguiente modo: “[…] a todos los
recintos sagrados se les buscan las orientaciones más saludable y los
manantiales con las aguas apropiadas en los parajes donde se establezcan sus santuarios,
especialmente en el caso de Esculapio y Salud y aquellos dioses con cuya acción
curativa para sanar mayor número de enfermos. Y es que si los pacientes son
trasladados de un lugar malsano a uno saludable y se les suministra agua de un
manantial de aguas salubres, se restablecerán con mayor rapidez. Así resultará
que, aprovechando la naturaleza del lugar, la divinidad se granjeará mayor fama
y la verá aumentada conforme a su dignidad.”
La Isla Tiberina es uno de los lugares más
saludables de Roma, megalópolis de la antigüedad, teniendo en cuenta que se
trata de una ciudad enorme, vital, comercial, cosmopolita, a la que arriban
mercaderías de todo tipo y, por lo tanto, sucia; pese a sus magníficas cloacas
y acueductos, es todo un reto lograr que la ciudad esté razonablemente limpia e
higiénica, y eso incluye el Tíber, que a veces se ve desbordado en ese aspecto.
En otras palabras, la isla es saludable según los parámetros de Roma.
Una fiel devota alimentando a las serpientes del asklepeion |
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