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Calendario religioso romano: ludi Romani –del 4 al 19 de septiembre-

Ceremonia ante el templo a Júpiter Capitolino

Los mayores y más caros juegos romanos, siendo uno de los más antiguos; destacan en ellos su juegos circenses, siendo muy populares, admirados y respetados. También se les conoce como Ludi Magni o Ludi circenses romani –aunque existe controversia respecto a los Magni-.

Origen
Instituidos en honor a Júpiter por el rey Tarquinio Prisco tras una victoria sobre los latinos –o los etruscos, según sea el autor-. Livio, en su Historia de Roma I (35, 8-9), nos describe estos primeros juegos: “La primera guerra la hizo contra los latinos, y en ella tomó por asalto la ciudad de Apíopas; de allí trajo un botín de mayor consideración que el eco que había tenido la guerra, y dio unos juegos más y más completos que los de los reyes precedentes. Entonces, por vez primera se escogió un emplazamiento para el circo que actualmente lleva el nombre de Máximo. Se repartieron entre senadores y caballeros espacios para que se construyesen tribunas particulares, que recibieron el nombre de foros; presenciaron el espectáculo desde palcos, que levantaban doce pies del suelo, sostenidos sobre horquillas. Consistieron los juegos en carreras de caballos y combates de púgiles, traídos sobre todo de Etruria. Estos juegos solemnes se celebraron en adelante todos los años, llamándoseles, unas veces, Juegos Romanos y, otras, Grandes Juegos.”

Aunque en origen solo se realizan en honor a Júpiter, con el tiempo se incluyen en estos juegos a Juno y Minerva, formando la Triada Capitolina, de gran importancia religiosa y política.

Anualidad
Desde el año 366 a. C., al aprobarse las Leyes Licinias, estos juegos son anuales, siendo  organizados por los ediles curules, cargos de nueva creación. Antes de ello, se organizaban cada cierto tiempo, cuando los reyes o los cónsules, generalmente tras una victoria militar, prometían estos juegos a Júpiter Óptimo Máximo –denominados ludi votivi-. Septiembre en tiempos de la monarquía y gran parte de la República era el mes de la finalización de la actividad bélica –y escasa actividad agrícola-. Mes perfecto para conmemorar las victorias militares, siendo estos ludi el evento perfecto para mostrar al pueblo la grandeza de sus líderes militares.
Aunque algunos autores consideran que estos ludi romani siempre fueron anuales, a veces utilizados como medio para las pompas triunfales.

Organización y financiación en el Imperio
En tiempos del Imperio, los ludi son organizados por los pretores, aunque siempre en nombre de los emperadores, con la idea de ganarse el favor populi.
La dinastía julio-claudia –hasta Nerón- financia con su propios medios los ludi, a partir de ellos los emperadores emplean el erario público sin dejar de presentar el gasto como “propio”, como si fuese una liberalidad personal. De este modo los prestigiosos ludi se vinculan al poder imperial, con el que se identifican.

Número de días
Al principio solo se realizaban un día, siendo su incremento el siguiente –aunque existen dudas sobre algunos días-:
  • Se añade uno tras la expulsión de los reyes en el 509 a. C.
  • Otro tras la sublevación de la plebe en el 494 a. C.
  • Ya en el 191 a. C. duran diez días.
  • En tiempos de Julio César duran unos quince días –del 5 al 19-
  • A su muerte, durante su deificación, se añadió el día 4 de septiembre.

Tampoco tenía fecha fija estos ludi, hasta, según algunos autores, el primer año de la República, cuando el cónsul Horacio consagró un templo a Júpiter Capitolino el 13 de septiembre –aunque el templo existía previamente-.

Instauratio
También es cosa común que los ludi duren algunos días más de los esperados. Según las leyes religiosas, si un rito no se realiza exactamente como manda la tradición, debe repetirse desde el principio; si la procesión o el sacrificio no se realizan adecuadamente, deben repetirse. Un curioso “truco” legal y honesto desde la óptica religiosa y política, para añadir un par de días más a los festejos, aunque en tiempos de la República el despropósito llegaba a doblar los días de los ludi, arruinando a no pocos organizadores –denominados editores-, ávidos de ganarse el favor del pueblo a cualquier coste.

Eventos fijos dentro de los ludi
El día 13 se realiza el Epulum Jovis y la Ceremonia del Clavo, el 14 una equorum probatio –un desfile ecuestre-, del 15 al 19 se realizan los juegos circenses.

Popularidad
Estos ludi son realmente multitudinarios. No solo asisten los habitantes de Roma a los mismos. Gentes de todos los rincones del Imperio acuden a la ciudad para asistir a estos magníficos juegos.

Los ludi

La procesión
Los juegos se inauguran con una solemne, impresionante y espectacular procesión que parte del Capitolio hasta el Circo Máximo. Dionisio de Halicarnaso en su Historia antigua de Roma nos detalla una realizada en tiempos de la República, útil también para tiempos del imperio, aunque nos lo muestra desde una óptica griega –que como poco es chauvinista-. Encabeza la procesión el director o presidente de los juegos (cuya naturaleza puede variar según la época: reyes, cónsules, emperadores…), portando la ornamenta triumphalia, símbolos militares de gran prestigio:

 “Antes de empezar los juegos, las máximas autoridades conducían una procesión a los dioses desde el Capitolio hasta el Circo Máximo a través del Foro. Encabezaban la procesión, en primer lugar, los hijos de las autoridades, tanto los adolescentes como los que tenían edad de ir en ella, a caballo aquellos cuyos padres tenían la fortuna de la clase de los caballeros, a pie los que debían servir en la infantería; los unos en escuadrones y centurias, los otros en divisiones y compañías como si marcharan a la escuela; y esto, para que resultara evidente a los extranjeros cual era el vigor, el número y la belleza de la población que iba a entrar en la edad viril. Seguían a estos unos aurigas que llevaban, unos, cuatro caballos uncidos; otros, dos, y otros, caballos sin uncir. Detrás de ellos marchaban los participantes en las competiciones, tanto en las de poca importancia como en las más solemnes, con todo el cuerpo desnudo, excepto los genitales, que iban cubiertos. También esta costumbre ha permanecido en Roma hasta en mi época […].”

Tras las autoridades, los miembros de familias prestigiosas y los participantes en los juegos, van los danzarines y músicos. Destaca la ejecución de la danza guerrera denominada pírrica:

“Seguían a los participantes numerosos coros de danzarines, repartidos en tres grupos, el primero de hombres, el segundo de adolescentes y el último de niños, a los que acompañaban flautistas que tocaban las antiguas flautas cortas, como se ha hecho hasta esta época, y citaristas que teñían liras elefantinas de siete cuerdas y las llamadas bárbita –o barbitón, un tipo de lira-. En mi época, el empleo de estos instrumentos se ha perdido entre los griegos, a pesar de ser tradicional, pero se conserva entre los romanos en todas las antiguas celebraciones de sacrificios. El atuendo de los danzarines consistía en túnicas púrpura ceñidas con cintos de bronce, espadas que colgaban de estos y lanzas más cortas de lo normal; los hombres también llevaban cascos de bronce adornados con penachos aparatosos y con plumas. A la cabeza de cada grupo marchaba un hombre que indicaba a los demás las figuras de la danza, ejecutando el primero movimientos guerreros y enérgicos, como son frecuentes en los ritmos proceleusmáticos. También esta era una muy antigua costumbre griega, la danza con armas llamada pírrica, bien haya sido Atenea la primera en iniciar, por alegría, la formación de coros y las danzas con armas como la celebración de la victoria con motivo de la destrucción de los Titanes, bien haya sido establecida por los curetes en época todavía más antigua, cuando, criando a Zeus, querían entretenerlo con ruido de armas y con el movimiento rítmico de sus miembros, como cuenta la leyenda.”

Tras este grupo guerrero y vital, le sigue otro más mitológico, burlesco y vulgar:

“Pero no solo de la danza guerrera y rápida de estos grupos, que los romanos han empleado en las celebraciones de sacrificios y en las procesiones, se podría observar el parentesco con los griegos, sino también de la de carácter mordaz y burlesco. Después de los grupos armados marchaban otros de sátiros interpretando la síkinnis griega –llamada así por su inventor Síkinnos-. Estos que se asemejaban a silenos iban vestidos con túnicas de lana, que algunos llaman chortaíoi, y con mantos de todo tipo de flores; por su parte, los que representaban a sátiros iban con cintos y pieles de macho cabrío y, sobre las cabezas, mechones de pelo en punta y otros aditamentos semejantes. Estos iban haciendo burla e imitando las danzas serias, transformándolas en algo sumamente ridículo. También las entradas triunfales muestran que la burla mordaz y satírica era antigua y originaria de los romanos. En efecto, a los que consiguen la victoria se les permite burlarse y ridiculizar a los hombres más distinguidos, a los mismos generales, como en Atenas a los que van en la procesión sobre los carros; en un principio, con burlas en prosa, a la manera de los que se equivocan en las pantomimas; ahora, en cambio, cantan versos improvisados. Y en los funerales de hombres señalados, he visto, junto con otros acompañamientos, a grupos de sátiros que marchan delante del féretro bailando la danza síkinnis, y sobre todo en los funerales de los ricos. Por el hecho de que la burla y la danza de los sátiros no sea invención ni de los ligures ni de los umbros ni de ningún otro pueblo bárbaro que habitase en Italia, sino de los griegos, temo resultar molesto a algunos si pretendo confirmar con más argumentos un hecho admitido.”

Tras este cortejo sobrenatural y mordaz, siguen las propias divinidades asistentes a los juegos:

“Después de estos grupos marchaban numerosos citaristas y muchos flautistas; y, tras ellos, los portadores de incensarios, en los que se quemaban perfumes e incienso a lo largo de todo el recorrido, y los que transportaban los vasos hechos de plata y oro, tanto los sagrados como los del Estado. Al final de todo iban, llevadas sobre las espaldas de los hombres, imágenes de los dioses, que presentaban figuras iguales a las realizadas entre los griegos, y con los mismos ropajes, símbolos y obsequios de los que cada uno, según la tradición, es artífice y dispensador para los hombres. Estas imágenes no solo eran de Júpiter, Juno, Minerva, Neptuno y de los otros que los griegos cuentan entre los doce dioses, sino también de los más antiguos, de los que la tradición cuenta que nacieron los doce dioses, a saber, Saturno, Rea, Temis, Latona, las Parcas, Mnemosine y todo los demás de quienes hay templos y recintos sagrados entre los griegos […]”

El sacrificio
Tras la procesión, se realiza un gran sacrificio de Estado. Nuevamente, Dionisio de Halicarnaso nos lo describe:

“Terminada la procesión, los cónsules y los sacerdotes a quienes correspondía hacían inmediatamente un sacrificio de bueyes, y la manera de hacer sacrificios era la misma que entre nosotros. En efecto, ellos después de lavarse las manos, purificar a las víctimas con agua pura y esparcir sobre sus cabezas los frutos de Ceres –la mola salsa-, pronunciaban unas oraciones y, entonces, ordenaban a sus ayudantes que las sacrificaran. Algunos de estos, cuando la víctima todavía estaba de pie, le golpeaban las sienes con un mazo; otros, cuando caía, ponían debajo los cuchillos de sacrificio y, después de esto, tras quitarle la piel y despedazarla, tomaban las primicias de cada víscera y de cualquier otra parte, primicias que rebozaban con harina de espelta y llevaban en cestas a los sacrificantes; estos las colocaban sobre el altar, encendían un fuego por debajo y vertían vino sobre ellas al realizar el sacrificio.”

Las competiciones
Una vez finalizada la procesión y realizado el sacrificio, comienzan los juegos circenses, narrados nuevamente por Dionisio:

“Todavía me queda por explicar brevemente lo relativo a las competiciones que se realizaban después de la procesión. En primer lugar se celebraba la carrera de carros con cuatro y con dos caballos –cuadriga y biga, y de caballos sin uncir, de la mismas manera que entre los griegos tanto antiguamente en Olimpia como ahora. En las competiciones de carros se han mantenido, hasta mis tiempos, dos antiquísimas costumbres preservadas por los romanos tal como fueron establecidas al principio: una, relativa a los carros de tres caballos, que se ha perdido entre los griegos, a pesar de que era antigua y de la época heroica, de la que Homero dice que los griegos se servían en las batallas: a dos caballos uncidos de la manera en que se unce una pareja, les acompañaba un tercer caballo atado con una rienda, al que los antiguos llamaban paréoros –«sostenido por fuera»-, bien por ir atado a un lado, bien por no ir uncido con los otros. La otra costumbre, conservada todavía en unas pocas ciudades griegas en algunos antiguos sacrificios, es la carrera de los que van en los carros. Cuando las competiciones de los aurigas han terminado, los que van junto a los conductores, a los que los poetas llaman acompañantes, y los atenienses saltadores –en latín «desultores»-, saltan de los carros y corren entre ellos a la manera del estadio. Una vez terminadas las carreras de carros, se presentan los que compiten con su propio cuerpo: corredores, púgiles y luchadores.”

Los desultores son expertos acróbatas y jinetes, que saltan entre caballos y carros, dando espectacularidad con su maestría ecuestre. Toda una demostración de aptitudes bélicas.
Como puede apreciarse, no solo se organizan carreras ecuestres, sino que también pueden verse combates de pugilistas y luchadores, así como carreras más típicas del mundo griego. A finales de la República se añaden a estos ludi juegos gladiatorios.

Ludi scaenici
A estos juegos se añaden en el 214 a. C., organizados por los ediles, unos ludi scaenici, en las que se representan tanto obras romanas como griegas. La mayoría son dramas y comedias, siendo estas últimas las preferidas por el gusto romano.
Se representan obras durante cuatro días, comenzando desde la mañana, debido a la duración de las representaciones. Es habitual repartir comida y golosinas entre los asistentes.

Circus Maximus

Las ceremonias de los idus de septiembre –día 13-

El epulum Jovis
Ritual consistente en un suntuoso banquete público en honor a Júpiter. Está organizado por los epulones, uno de los cuatro grandes colegios sacerdotales romanos. Creados en el 196 a. C. a propuesta del tribuno L. Licinio Lúculo. Al principio eran tres los miembros de este colegio, llegando a siete con Sila. Asisten las imágenes de las divinidades al banquete: Júpiter, Juno y Minerva. Sus estatuas son colocadas en lugar visible, en lo que se conoce como lectisternium, alrededor del banquete al que están formalmente invitados. A Júpiter se le recuesta en un almohadón –un pulvinar-, ungiendo su rostro de rojo con minium. A Juno y Minerva se las sitúa en dos asientos llamados sella.

Y la caerimonia clavi figendi
Ese día se conmemora la dedicación del templo a Júpiter Óptimo Máximo, llamado también aedes Capitolina. Aunque construido en tiempos de la monarquía, fue el cónsul Horacio el que lo consagró el 13 de septiembre del 509 a. C.
Siendo en origen una tradición etrusca, desde el primer año de consagración se clava un clavo de bronce –clavus annalis- en el lado derecho del altar con la intención de contar los años –en aquellos tiempos más primitivos la contabilización de los años no era asunto tan sencillo-. Se trata de un rito tanto “práctico” como religioso, supersticioso e incluso mágico. Los romanos creen que clavando un clavo se puede contener enfermedades y epidemias siempre y cuando se realice de forma adecuada.
Tito Livio en su Ab urbe condita VII (5) lo explica: “Hay una ley antigua, escrita con letras y palabras arcaicas, disponiendo que el que sea «pretor supremo» clave el clavo en los idus de septiembre; estuvo fijada en el lateral derecho del templo de Júpiter Óptimo Máximo, del lado del santuario de Minerva. Dicho clavo, debido a que, por aquella época, la escritura era rara, dicen que sirvió para llevar la cuenta del número de años, y como los números son invención de Minerva, por eso la ley fue dedicada al templo de Minerva.”
El encargado de clavarlo, el “pretor supremo”, puede ser identificado con los pretores o con los cónsules; por tradición, durante la República, para que el poder del clavo fuese superior e infalible –todo es poco para conjurar y expulsar epidemias y otros males-, se asignaba un dictador específicamente para ello –clavi figendi causa-, cuya duración en el cargo era de seis meses, aunque tal asignación a veces ocasionaba problemas políticos.

Mercatus romani –del 20 al 23 de septiembre-
Tras los ludi tiene lugar unos días de mercado, feria y negocios, aprovechando la afluencia de gentes que han asistido a los mismos. Los mercaderes comercian en tiendas improvisadas, dispuestas en el Campo de Marte. El rey Numa Pompilio fue el instaurador de tal costumbre tras los ludi con la intención de incrementar el comercio en la ciudad.

Templo de Júpiter Capitolino

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