Festival
en honor a Terminus, deidad protectora y garante de los límites e hitos, tales como
los que marcaban los lindes de las propiedades y otros territorios. Por ello
era de capital importancia para los campesinos, ya que marcaba y garantizaba
los lindes de las propiedades agrarias.
Terminus
El
culto a esta deidad fue instituido por el propio Rómulo, aunque algunos consideran
que fue Numa Pompilio, siendo una divinidad de origen sabino. En ocasiones se
asimila a Júpiter, en cuyo caso se le denomina como Júpiter Terminalis. Incluso
se cree que el gran templo de Júpiter Óptimo Máximo se edificó sobre una antigua
capilla en honor a Terminus. En el interior del templo se conserva un arcaico
hito, del que se dice que siempre debe “observar” el cielo. Por ello existe una
pequeña abertura para que sobre el mismo siempre se vea el cielo.
Terminus
era representado por un busto sobre un pedestal o pilar, o un simple mojón con
una piedra toscamente tallada para que asemejase una cabeza humana. No todas
las representaciones eran obras de “arte”. Lo importante era que estuviese
presente en el linde aunque fuese en forma de piedra, similar a un obelisco
aunque de menor tamaño y elaboración. Cuando se deseaba instalar uno de estos terminus se hacía un agujero en el
suelo, se sacrificaba un animal –oveja o lechón-, enterrando sus huesos,
cenizas y sangre. Tras esto se colocaba el hito.
El festival rústico
Durante
la Terminalia las familias adyacentes y propietarias del terminus engalanaban el busto de la deidad con ofrendas florales -lo
que habitualmente hacían dos o tres familias-. El más anciano de cada familia
elaboraba una pira, la cual era encendida con fuego traído del hogar familiar
por la esposa del pater familias. Esta
hoguera hacía las veces de rústico y tosco altar. Los vecinos, en silencio, se
congregaban alrededor de este fuego, vestidos de blanco. La niña más joven de
la familia llevaba en una cesta de mimbre las ofrendas a Terminus: grano, pasteles
de miel y vino, símbolos agrarios básicos. Estas eran arrojadas a la hoguera.
Además,
cada familia sacrificaba una oveja y un lechón, cuya sangre manchaba el hito. Durante
este rito se cantaban himnos y alabanzas a la deidad. Tras esto se celebraba un
banquete.
El festival en Roma
En
la ciudad se celebraba en el linde de la ciudad con Laurentum –en el cruce de
la vía Ostiense con la Laurentina, en el sexto miliario-, una localidad
cercana, y según creencia antigua, la primera frontera que tuvieron los
romanos.
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