Área capitolina, y el templo de Júpiter Feretrio marcado con el número 5 |
Antiguos juegos en honor de Júpiter Feretrio y,
posteriormente, Júpiter Capitolino, salvador de Roma ante los galos.
Origen
Entre la historia y el mito, tras la desastrosa y
humillante derrota romana en el río Alia, se nombra como dictador a Marco Furio
Camilo, uno de los grandes héroes de la joven república. Este, que habitaba a
las afueras de Roma, y tras alguna reticencia, acepta el cargo y con la
voluntad y piedad que lo caracterizaba, ataca a los galos. Los galos reclamaban
a Roma un humillante pago en oro –el famoso Vae
Victis! (¡Ay, de los vencidos!)-, lo que no era del agrado de Camilo.
Tito Livio V, 49, nos narra la ocasión: “Pero los dioses y los hombres impidieron
que los romanos viviesen rescatados, pues dio la casualidad de que, antes de
que el execrable pago se efectuase, no estando aún pesado el oro en su
totalidad debido al altercado, se presenta el dictador y ordena que se quite de
en medio el oro y que los galos se retiren. Al negarse éstos, alegando que se
había hecho un trato, dice que un pacto que ha sido convenido después de ser él
nombrado dictador, sin orden suya, por un magistrado de rango inferior, no
tiene validez, y advierte a los galos que se apresten al combate. Ordena a los
suyos que pongan en un montón los bagajes y preparen las armas, y reconquisten
la patria con el hierro, no con el oro, teniendo a la vista los templos de los
dioses, las esposas e hijos, y el suelo patrio destrozado por los males de la guerra,
y todo aquello que es un deber sagrado defender, recuperar y vengar. Forma,
luego, a las tropas en orden de batalla, en la medida en que lo permitían las
condiciones del terreno en el suelo de una ciudad medio derruida y de
conformación accidentada, y toma todas las medidas favorables a los suyos que
sus conocimientos bélicos le permitían adoptar y disponer. Los galos,
desconcertados por lo inesperado de la situación, toman las armas y se lanzan
contra los romanos con más ira que reflexión. La fortuna había cambiado, ya la
ayuda de los dioses y la prudencia de los hombres favorecía a Roma. Así, al
primer choque fueron dispersados los galos en no más tiempo del que les había
llevado vencer en el Alia. Después, en otra batalla más regular, en el miliario
ocho de la vía Gabinia, donde se habían reagrupado después de la huida, son
vencidos bajo el mando y los auspicios del mismo Camilo. Allí la carnicería fue
total, el campamento fue tomado y no quedó ni siquiera quien pudiese llevar la
noticia del desastre. El dictador, recuperada la patria de manos del enemigo,
volvió en triunfo a Roma, y en los rudos cantos de burla que profieren los
soldados le llamaban Rómulo, y padre de la patria, y segundo fundador de Roma,
elogios que no carecían de fundamento.”
Tras la victoria, Camilo instituyó en el 387 a . C. los ludi Capitolini como agradecimiento a
Júpiter por salvaguardar el Capitolio de los galos, sin olvidar la derrota de
los invasores. Así lo explica Tito Livio: “[…]
se celebrarían juegos Capitolinos, porque Júpiter Óptimo Máximo había protegido
su morada y la ciudadela del pueblo romano en circunstancias críticas; a este
fin, el dictador Marco Furio formaría un colegio integrado por habitantes del Capitolio
y la ciudadela.”
Los primeros sacerdotes encargados de la
organización de los juegos eran patricios residentes en el Capitolio, escogidos
por el propio Camilo. Este colegio sacerdotal recibe el nombre de collegium Capitolinorum.
Estos juegos se inician en los idus de octubre, con
una duración de dieciséis días.
Otro posible
origen
Según algunos autores, como Calpurnio Pisón –citado
por Suetonio y Tertuliano- el origen de los ludi
Capitolini están en unos previos instaurados por Rómulo, llamados ludi Tarpeii, al realizarse en ese lugar
–la tristemente famosa Roca Tarpeya, desde la que se arrojaban en algunas
ocasiones a los condenados-. Estos primeros juegos consistían en sencillas
competiciones atléticas y pugilísticas.
Realizados en honor a Júpiter Feretrio –“el que
golpea, ante aquel quien se lleva, llevar, transportar”-, en relación a los spolia opima, los trofeos de guerra
ganados en combate personal. Su pequeño templo –aedes Iuppiter Feretrius- está situado en la colina Capitolina,
siendo el primero en ser construido en Roma. Ninguna estatua representa a este
Júpiter, sino un arcaico cetro, símbolo de su poder, y una roca –posiblemente
un meteorito-. En su interior, además, se custodian antiguos trofeos.
Por lo tanto, es muy posible que los ludi Capitolini sustituyan a los
arcaicos ludi Tarpeii de Rómulo.
Los ludi
durante el Imperio
Caídos en desuso, inexistentes y olvidados, durante
el principado de Domiciano (en el 86 d. C., durante su consulado), son
restablecidos con el nombre de agones
Capitolini, aunque celebrados cada cinco años, siendo quinquenales. Con el
tiempo, debido a su aceptación, se celebran cada cuatro años –lo que se
denomina olimpiada-.
Domiciano torna estos ludi en agones al estilo
griego, con competiciones atléticas y culturales. El propio emperador coloca
coronas florales de laurel a los vencedores. Estos agones son tan populares que atraen a poetas, oradores, autores,
comediantes, atletas,… de todos los lugares del Imperio. Aunque debido,
precisamente, a su popularidad, atrae a su vez a charlatanes, adivinos, magos…
¡Sardianos en
venta! (Sardi venales!)
“¿Por qué al celebrar espectáculos en el
Capitolio aún ahora gritan «sardianos en venta» y un anciano va delante para
burla llevando colgado al cuello un amuleto infantil que llaman bulla?
¿Acaso porque
los etruscos llamados veyos lucharon largo tiempo contra Rómulo, quien tomó
esta ciudad la última y vendió en pública subasta a muchos cautivos junto con
su rey, a la vez que se burlaba de su simpleza y de su necedad. Y puesto que
los etruscos eran de origen lidio y Sardes era la capital de los lidios,
anunciaban así a los de Veyes y hasta ahora conservan la costumbre como
diversión?”
De ese modo se pregunta Plutarco, en sus Cuestiones
romanas, sobre una particular costumbre durante los agones Capitolini. Al
parecer, según algunos autores, la intención de esta venta ficticia es humillar
a los etruscos de la ciudad de Veyes, derrotados por Roma tras una larga e
incierta guerra. Muchos de ellos fueron esclavizados, incluyendo a su rey.
Costumbre de los reyes etruscos era llevar una bulla de oro, un amuleto; en el mundo romano ésta recibe el nombre
de bulla puerelis, siendo una
protección mágica infantil contra el mal de ojo. Por ello, estos improperios
son un recordatorio festivo y triunfal de una guerra compleja y difícil de Roma
en tiempos arcaicos contra los etruscos de Veyes, originarios de Sardes –sardi-.
Lidera una procesión, al comienzo del festival, un
anciano ataviado con una toga praetexta –símbolo de su poder regio-, y una
bulla colgando de su cuello, representando al rey etrusco.
Sin embargo, algunos autores romanos, consideran
que el epíteto deriva en realidad de los habitantes de Sardinia –la actual
Cerdeña-, tomada en el 238 a .
C., realizándose una numerosa venta de esclavos de guerra, al no encontrarse
nada más de valor en la isla. Según la tradición, estos esclavos fueron de la
peor calidad, por lo que se perpetuó la frase de «sardianos en venta» como un
proverbio burlesco y jocoso.
Templo de Júpiter Feretrio |
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