Los tres Horacios |
Sacrificios en honor a Juno Curiacio y Juno Sororia
en dos altares en su honor, junto al «Travesaño de la hermana», singular puerta
o yugo de antiquísimo origen.
Horacios y
Curiacios
El belicoso rey Tulio Hostilio guerreaba contra la
ciudad de Alba. Sin embargo, la guerra, fuese cual fuese el resultado, solo
beneficiaba a los etruscos, que veía como los latinos se desangraban. Por ello,
el dictador de Alba, Gayo Cluilio, propuso a Hostilio un combate singular entre
tres hermanos gemelos. Del lado romano, los horacios; del lado de Alba, los
curiacios. El que venciese, tendría potestad absoluta sobre el otro. Se trata
de una hazaña célebre y muy conocida en Roma.
Combaten los seis gemelos. Abaten los curiacios a
dos de los horacios. Ahora son tres contra uno. Roma cree perdida la contienda,
pero el tercer Horacio sabe aprovechar la situación, pues sus tres adversarios
están heridos: simulando que huye, acabo con ellos uno a uno. Horacio se convierte
en héroe de la nación romana.
Sin embargo, esta gesta está manchada con la
tragedia y, en cierto modo, con la traición, según las costumbres antiguas.
Tito Livio, en su Ad Urbe Condita 1 (26), narra el
hecho en cuestión, siendo el origen del “Travesaño de la hermana”: “Iba Horacio en cabeza, mostrando ante sí
los despojos de los tres gemelos. Su hermana, una doncella que había estado
prometida a uno de los Curiacios, le salió al encuentro delante de la puerta
Capena y, al reconocer sobre los hombros de su hermano, el manto guerrero de su
prometido que ella misma había confeccionado, se suelta los cabellos y entre
lágrimas llama por su nombre a su prometido muerto. Encolerizan al orgulloso
joven los lamentos de una hermana en el momento de su victoria y de una alegría
pública tan intensa. Desenvaina, pues, la espada y atraviesa a la muchacha
mientras la cubre de reproches: «Marcha con tu amor a destiempo a reunirte con
tu prometido –dice-, ya que te olvidas de tus hermanos muertos y del que está
vivo, ya que te olvidas de tu patria. Muera de igual modo cualquier romana que
llore a un enemigo.» “
Se condena a Horacio a muerte, por traición, pero
debido a su reciente victoria, al salvar a la patria de una derrota, su propio
padre pide indulgencia. Su condena cambia de naturaleza gracias al pueblo
romano, conmovido por el héroe y su padre.
“No pudo el
pueblo resistir las lágrimas del padre ni el valor del hijo, el mismo siempre
ante cualquier peligro. Lo absolvieron, más por admiración a su valentía que
por la justicia de su causa. No obstante, a fin de que el crimen manifiesto
fuese purgado con algún sacrificio, se ordenó al padre que purificase a su
hijo, con cargo al tesoro público. El padre, después de llevar a cabo unos
sacrificios expiatorios que, en adelante, constituyeron una tradición de la
familia de los Horacios, atravesó un tronco en la calzada e hizo pasar por
debajo al joven, con la cabeza cubierta, como si fuera bajo un yugo. Tal tronco
existe todavía, restaurado constantemente por el Estado: se le llama «el
travesaño de la hermana». A la Horacia se le levantó un sepulcro de piedra
tallada en el lugar en que había caído herida de muerte.”
El tigillum en tiempos del Imperio
El griego Dionisio de Halicarnaso en su Historia
antigua de Roma III (22, 7) explica algo más sobre el travesaño de la hermana: “Los pontífices erigieron dos altares, uno a
Juno, que tiene encomendado el cuidado de las hermanas; y el otro, a cierto
dios local o divinidad llamada Jano en la lengua del país, con el nombre de
Curiacio, por los primos muertos a manos de Horacio. Y después de ofrecer sobre
estos altares algunos sacrificios, realizaron otros ritos purificatorios y
finalmente condujeron a Horacio bajo el yugo. Es costumbre entre los romanos,
cuando los enemigos deponen las armas y ellos quedan como soberanos, clavar en
tierra dos maderos rectos y ajustarles encima un tercero transversal, luego
conducir debajo a los cautivos y una vez que lo atraviesan, mandarlos libres a
sus casas. Esto lo llaman yugo, y fue el último de los ritos expiatorios que
utilizaron los que entonces purificaron a Horacio. El lugar de la ciudad en que
hicieron la purificación, todos los romanos lo consideran sagrado. Está en la
calle estrecha que lleva desde Carinae abajo según se va al vicus Cuprius. Allí
permanecen los altares erigidos entonces y sobre ellos se extiende un madero
ajustado a las dos paredes opuestas; este madero queda sobre la cabeza de los
que salen, y se llama en lengua romana «madero de la hermana». Sin duda, este
lugar está conservado en la ciudad como monumento conmemorativo del infortunio
de ese hombre, y es honrado por los romanos con sacrificios anuales.”
El travesaño está situado al sur del Esquilino, en
un monte llamado Opio, en una calle llamada vicus
Cuprius, no muy lejos de la Subura y el Anfiteatro Flavio –el Coliseo-; esta
calle es adyacente a otra calle en pendiente llamada Orbius. Todo un laberinto de callejas estrechas.
En tiempos de la monarquía y parte de la República,
los ritos del tigillum estaban a
cargo de la gens horatia; en tiempos
imperiales, se encarga de ellos el Estado.
Ara Ianus
Curiatius et Ara Iuno Sororia
Bajo el travesaño se conservan dos altares en honor
a Jano Curiaceo y Juno Sororia; en origen, se trataba de dos altares erigidos a
Jano y Juno –sin epítetos ni otros atributos-, divinidades a las que se honra
en las calendas, en este caso, las calendas de octubre –día 1 del mes-. Estas
aras, en tiempos de Tulio Hostilio, se las asocia a la leyenda y gesta de los
Horacios.
El término Ianus
Ianus, tanto puede referirse a
la deidad –Jano-, como a la entrada o arco en una calle, pasaje o ciudad, por
lo que algunos autores consideran que este Ianus
hace referencia a una antigua puerta doble de una primitiva Roma, siendo, de
alguna forma, una Porta Triumphalis
por la que las tropas romanas, tras el “año bélico”, regresaba de sus diversas
contiendas. Con el tiempo se erigiría el altar a este Jano Curiaceo, no en
relación a los tres gemelos, sino a las curias de ciudadanos.
Nota del
autor
Poco sabemos de este festival en sí, ni como se
desarrollaban los sacrificios expiatorios. Observando que algunos autores
antiguos conocían los altares, y que estos estaban cuidados, así como el famoso
travesaño, puede deducirse que el festival no era desconocido.
Este Jano era protector y garante de los “ritos de
paso”, en este caso parece que aquellos vinculados al mundo militar, por lo que
es posible que la función principal del festival fuese expiar a los soldados
tras su vida castrense, reintegrándolos en la vida civil tras su
licenciamiento; bien el paso de jóvenes milicianos –iuniores- a la edad adulta; o la purificación de los soldados tras
su actividad bélica anual, atravesando la Porta
Trimphalis.
El epíteto sororia
parece sencillo, haciendo referencia a Juno como protectora de las hermanas,
pero en realidad se trata de un término complejo. Puede hacer referencia a Juno
como pareja o doble de Jano; incluso algunos autores, como Festo, consideran
que hace referencia a los sororias,
los pequeños y crecientes senos de las adolescentes, que juntas, «como
hermanas», crecen para convertir a una niña en adulta, que no deja de ser otro
rito de paso.
Clivus Orbius |
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