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Calendario religioso romano: Tigillum Sororium –1 de octubre-

Los tres Horacios

Sacrificios en honor a Juno Curiacio y Juno Sororia en dos altares en su honor, junto al «Travesaño de la hermana», singular puerta o yugo de antiquísimo origen.

Horacios y Curiacios
El belicoso rey Tulio Hostilio guerreaba contra la ciudad de Alba. Sin embargo, la guerra, fuese cual fuese el resultado, solo beneficiaba a los etruscos, que veía como los latinos se desangraban. Por ello, el dictador de Alba, Gayo Cluilio, propuso a Hostilio un combate singular entre tres hermanos gemelos. Del lado romano, los horacios; del lado de Alba, los curiacios. El que venciese, tendría potestad absoluta sobre el otro. Se trata de una hazaña célebre y muy conocida en Roma.
Combaten los seis gemelos. Abaten los curiacios a dos de los horacios. Ahora son tres contra uno. Roma cree perdida la contienda, pero el tercer Horacio sabe aprovechar la situación, pues sus tres adversarios están heridos: simulando que huye, acabo con ellos uno a uno. Horacio se convierte en héroe de la nación romana.
Sin embargo, esta gesta está manchada con la tragedia y, en cierto modo, con la traición, según las costumbres antiguas.
Tito Livio, en su Ad Urbe Condita 1 (26), narra el hecho en cuestión, siendo el origen del “Travesaño de la hermana”: “Iba Horacio en cabeza, mostrando ante sí los despojos de los tres gemelos. Su hermana, una doncella que había estado prometida a uno de los Curiacios, le salió al encuentro delante de la puerta Capena y, al reconocer sobre los hombros de su hermano, el manto guerrero de su prometido que ella misma había confeccionado, se suelta los cabellos y entre lágrimas llama por su nombre a su prometido muerto. Encolerizan al orgulloso joven los lamentos de una hermana en el momento de su victoria y de una alegría pública tan intensa. Desenvaina, pues, la espada y atraviesa a la muchacha mientras la cubre de reproches: «Marcha con tu amor a destiempo a reunirte con tu prometido –dice-, ya que te olvidas de tus hermanos muertos y del que está vivo, ya que te olvidas de tu patria. Muera de igual modo cualquier romana que llore a un enemigo.» “

Se condena a Horacio a muerte, por traición, pero debido a su reciente victoria, al salvar a la patria de una derrota, su propio padre pide indulgencia. Su condena cambia de naturaleza gracias al pueblo romano, conmovido por el héroe y su padre.

“No pudo el pueblo resistir las lágrimas del padre ni el valor del hijo, el mismo siempre ante cualquier peligro. Lo absolvieron, más por admiración a su valentía que por la justicia de su causa. No obstante, a fin de que el crimen manifiesto fuese purgado con algún sacrificio, se ordenó al padre que purificase a su hijo, con cargo al tesoro público. El padre, después de llevar a cabo unos sacrificios expiatorios que, en adelante, constituyeron una tradición de la familia de los Horacios, atravesó un tronco en la calzada e hizo pasar por debajo al joven, con la cabeza cubierta, como si fuera bajo un yugo. Tal tronco existe todavía, restaurado constantemente por el Estado: se le llama «el travesaño de la hermana». A la Horacia se le levantó un sepulcro de piedra tallada en el lugar en que había caído herida de muerte.”

El tigillum en tiempos del Imperio
El griego Dionisio de Halicarnaso en su Historia antigua de Roma III (22, 7) explica algo más sobre el travesaño de la hermana: “Los pontífices erigieron dos altares, uno a Juno, que tiene encomendado el cuidado de las hermanas; y el otro, a cierto dios local o divinidad llamada Jano en la lengua del país, con el nombre de Curiacio, por los primos muertos a manos de Horacio. Y después de ofrecer sobre estos altares algunos sacrificios, realizaron otros ritos purificatorios y finalmente condujeron a Horacio bajo el yugo. Es costumbre entre los romanos, cuando los enemigos deponen las armas y ellos quedan como soberanos, clavar en tierra dos maderos rectos y ajustarles encima un tercero transversal, luego conducir debajo a los cautivos y una vez que lo atraviesan, mandarlos libres a sus casas. Esto lo llaman yugo, y fue el último de los ritos expiatorios que utilizaron los que entonces purificaron a Horacio. El lugar de la ciudad en que hicieron la purificación, todos los romanos lo consideran sagrado. Está en la calle estrecha que lleva desde Carinae abajo según se va al vicus Cuprius. Allí permanecen los altares erigidos entonces y sobre ellos se extiende un madero ajustado a las dos paredes opuestas; este madero queda sobre la cabeza de los que salen, y se llama en lengua romana «madero de la hermana». Sin duda, este lugar está conservado en la ciudad como monumento conmemorativo del infortunio de ese hombre, y es honrado por los romanos con sacrificios anuales.

El travesaño está situado al sur del Esquilino, en un monte llamado Opio, en una calle llamada vicus Cuprius, no muy lejos de la Subura y el Anfiteatro Flavio –el Coliseo-; esta calle es adyacente a otra calle en pendiente llamada Orbius. Todo un laberinto de callejas estrechas.
En tiempos de la monarquía y parte de la República, los ritos del tigillum estaban a cargo de la gens horatia; en tiempos imperiales, se encarga de ellos el Estado.

Ara Ianus Curiatius et Ara Iuno Sororia
Bajo el travesaño se conservan dos altares en honor a Jano Curiaceo y Juno Sororia; en origen, se trataba de dos altares erigidos a Jano y Juno –sin epítetos ni otros atributos-, divinidades a las que se honra en las calendas, en este caso, las calendas de octubre –día 1 del mes-. Estas aras, en tiempos de Tulio Hostilio, se las asocia a la leyenda y gesta de los Horacios.

El término Ianus
Ianus, tanto puede referirse a la deidad –Jano-, como a la entrada o arco en una calle, pasaje o ciudad, por lo que algunos autores consideran que este Ianus hace referencia a una antigua puerta doble de una primitiva Roma, siendo, de alguna forma, una Porta Triumphalis por la que las tropas romanas, tras el “año bélico”, regresaba de sus diversas contiendas. Con el tiempo se erigiría el altar a este Jano Curiaceo, no en relación a los tres gemelos, sino a las curias de ciudadanos.

Nota del autor
Poco sabemos de este festival en sí, ni como se desarrollaban los sacrificios expiatorios. Observando que algunos autores antiguos conocían los altares, y que estos estaban cuidados, así como el famoso travesaño, puede deducirse que el festival no era desconocido.
Este Jano era protector y garante de los “ritos de paso”, en este caso parece que aquellos vinculados al mundo militar, por lo que es posible que la función principal del festival fuese expiar a los soldados tras su vida castrense, reintegrándolos en la vida civil tras su licenciamiento; bien el paso de jóvenes milicianos –iuniores- a la edad adulta; o la purificación de los soldados tras su actividad bélica anual, atravesando la Porta Trimphalis.

El epíteto sororia parece sencillo, haciendo referencia a Juno como protectora de las hermanas, pero en realidad se trata de un término complejo. Puede hacer referencia a Juno como pareja o doble de Jano; incluso algunos autores, como Festo, consideran que hace referencia a los sororias, los pequeños y crecientes senos de las adolescentes, que juntas, «como hermanas», crecen para convertir a una niña en adulta, que no deja de ser otro rito de paso.

Clivus Orbius

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