Mosaico representando a la diosa Iuventas |
Juegos en honor a Iuventas, divinidad de la
juventud masculina. También denominados Iuvenales
ludi.
Origen: la iuvenalia de Nerón
Con motivo del primer afeitado de un joven Nerón
–apenas contaba con veintiún años-, el emperador instituyó un festival en su
honor y, por extensión, en el de Iuventas. El asunto de la barba no era baladí:
simbolizaba el paso de la juventud a la madurez. Además, ansiaba el emperador
actuar como actor y músico, siendo un gran mecenas de artistas y entusiasta del
arte escénico griego; y este festival parece creado ex profeso con esa
intención. Era la excusa perfecta, aunque no fue del agrado de los romanos más
tradicionalistas.
Tácito, en sus Anales (XIV, 15) lo explica con
detalle –aunque debe tenerse en cuenta la animadversión de este autor con
algunos emperadores-:
“[…]
instituyó unos juegos a los que llamó Juvenales, para los que todo el mundo dio
su nombre. Ni la nobleza ni la edad ni los cargos desempeñados supusieron un
impedimento para nadie a la hora de ejercer el arte de los histriones griegos o
latinos, hasta llegar a gestos y cantos impropios de varones. Incluso damas
ilustres se preparaban a actuaciones indecentes. En el bosque que Augusto había
plantado en torno a su estanque para combates navales se construyeron lugares
de reunión y tabernas, y se pusieron a la venta los artículos capaces de
excitar a la orgia. Se repartía una cantidad de dinero para gastar, los buenos
por necesidad, los libertinos por vanidad. Siguió creciendo en consecuencia el
escándalo y la infamia, y nunca unas costumbres ya corrompidas de tiempo atrás
se vieron rodeadas de excesos más abundantes que los provocados por aquella
podredumbre. Aún entre las conductas honestas se mantiene a duras penas el
pudor, ¡cuánto más difícil era que se conservara la dignidad, la moderación o
un resto de honestidad en medio de aquella competición de vicios! Al fin se
presenta el mismo en escena, tentando con gran cuidado la cítara a modo de
preludio y acompañado por sus maestros de canto. Aparecía también con él una
cohorte de soldados, tribunos y centuriones y Burro doliéndose y alabándolo.
Entonces se reclutó por vez primera a los caballeros romanos llamados
augustianos, notables por su edad y vigor, llevados los unos de su ingenio
procaz, los otros por la ambición de poder. Los tales le aplaudían día y noche,
aclamando la belleza y voz del príncipe con invocaciones apropiadas a los
dioses; y así llegaban la fama y el honor como si fuera por su virtud.”
Se trataba de un festival en el que se
representaban obras de teatro, canto, danza, mimo… todo tipo de artes
escénicas, para mayor gloria del emperador y su caterva de aduladores,
simpatizantes, parásitos, delatores. Para no pocos senadores y otros prohombres
del Imperio, estos juegos eran indecentes e inmorales, un simple escenario para
el deleite de los vicios de Nerón.
Esta primer iuvenalia
se representó el 18 de octubre del año 59 d. C. El festival se marchitó con
rapidez, perdiendo Nerón pronto el interés, desdeñándolos al ser poco
concurridos. Para la ocasión no se escogió un circo, como era lo habitual, sino
que se creó en la naumaquia de Augusto un teatro y otros edificios.
Nota del
autor
No se tiene constancia clara de que, tras Nerón, se
siguiesen celebrando estas iuvenalia
de octubre. Además, resulta curioso que el emperador esperase a cumplir los
veintiún años para constatar su paso de la juventud a la madurez –una edad
tardía para un romano-.
La iuvenalia
de enero
Tras el paso de algunos años, el emperador
Domiciano recupera la iuvenalia, en
la forma de unos ludi, celebrándolos, además, el uno de enero. No incluye en
ellos juegos escénicos, sino circenses: carreras de carros y venationes, cacerías de bestias
salvajes. Como anécdota, puede contarse que su idea era acabar con un cónsul de
nombre Glabrio, que había actuado como gladiador. Para ello, le hizo venir a
una de sus villas en el Lacio, donde debía luchar contra un gigantesco y fiero
león. Era una imaginativa sentencia de muerte, pero, contrariando a Domiciano,
Glabrio se negó a morir: acabó con el león sin sufrir un solo rasguño.
Nota del
autor
Tampoco es seguro del todo que fuese Domiciano el
que recuperase este festival, aunque sí sabemos que gracias a él duró al menos
un siglo más, y que era habitual celebrarlo en las ciudades de casi toda
Italia, donde los jóvenes se organizaban en collegia
–asociaciones- para honrar el culto a Iuventas.
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