
Origen: la maldición divina de Lycaón
La tierra de Arcadia, en el corazón del Peloponeso, era en la antigüedad una región de difícil acceso conocida por sus ancestrales prácticas religiosas y su vínculo al mundo sobrenatural. Considerada mágica, primitiva y terrible en numerosos aspectos: el más famoso de ellos está relacionado con la licantropía.
La tierra de Arcadia, en el corazón del Peloponeso, era en la antigüedad una región de difícil acceso conocida por sus ancestrales prácticas religiosas y su vínculo al mundo sobrenatural. Considerada mágica, primitiva y terrible en numerosos aspectos: el más famoso de ellos está relacionado con la licantropía.
La Arcadia está dominada por el monte Liqueo -la imagen muestra la Arcadia actual-, donde se realizaban ritos a Zeus Lykeios. El lugar estaba habitado por multitud de lobos y otras criaturas. Agreste y boscoso, donde la penumbra suele vencer a la luz que intenta desvelar sus secretos ancestrales. Al observar estos bosques uno puede darse cuenta de que el hombre no es bienvenido. La divinidad del lugar era un dios-lobo, para algunos más cercanos a un daemonium o un héroe de siniestra naturaleza.
En tiempos antiguos el rey Lycaón, hijo de Pelasgo, realizaba a menudo ritos a esta divinidad, ofreciendo en principio sacrificios incruentos. Este rey tenía cincuenta hijos –los licaónidas-, siendo muy célebre por ello, pero estos eran impíos y violentos. Pero al parecer este rey deseaba realizar sacrificios humanos en honor a su deidad pues era hombre en extremo religioso. Como ofrenda escogió a uno de sus nietos –o a uno de sus hijos, según la fuente del mito-, el cual despedazó y mezcló con restos de animales, en un intento de engañar a Zeus. Tras realizar el cruento sacrificio y derramar la sangre en el altar en el santuario del monte Liqueo, el rey súbitamente quedó poseído por la ferocidad del lobo, huyendo del lugar moviéndose como un animal, adentrándose en el bosque, sin poder hablar, solo siendo capaz de aullar, viendo como sus ropas se transformaban en su nuevo pelaje. Zeus lo había maldecido por su impío acto. Aquellos que presenciaron el evento vieron como Lycaón se transformaba en lobo. Según el mitógrafo –Ovidio, Plinio el viejo, Pausanias- fueron los hijos los que realizaron tal sacrificio o bien incitaron a su padre a realizarlo, o bien realizó el sacrificio en su casa pues el propio Zeus lo había visitado disfrazado como un viajero. Lycaón para probar la divinidad de su huésped intentó engañarlo. Zeus montó en cólera, destruyendo la casa del rey con sus rayos y maldiciéndolo, además de transformar en lobos a los licaónidas.
Algunos dicen que durante nueve años quedaron transformados en lobos. Es posible que durante este tiempo procreasen con su nueva raza, estando sus mentes humanas aletargadas. Algunos de los licaónidas emigraron a Italia, como Daunio y Enotrio. Por lo tanto pocos dudan que Lycaón y sus hijos engendrasen numerosas camadas de lobos-hombres en los bosques de Arcadia.
Lycaón volvió tras nueve años a su forma humana, pues según el mito si durante ese tiempo no prueba carne humana puede volver a su forma original, aunque no recordaba nada de su periodo como lobo.
Los teúrgos del Pacto aseguran que en Arcadia y los territorios donde emigraron los licaónidas aún son numerosos los licántropos, siendo especialmente violentos y sanguinarios. Además, creen que en zonas agrestes subsisten pequeñas fratrías que adoran a estos seres, ofreciéndoles sacrificios humanos en pequeños santuarios ocultos. A cambio los descendientes de los licaónidas no molestan a los campesinos, conviviendo en un precario equilibrio de temor y devoción.
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