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Calendario religioso romano: Septimontium –11 de diciembre-

Septimontium, la Roma primitiva

Celebración privada de los habitantes de los montes de Roma, poco antes del solsticio de invierno, como conmemoración del sinecismo entre los montes. Se celebra cada cinco años, siendo lustral, siendo muy popular en sus barrios. Augusto amplía el festival a toda la ciudad de Roma.

Nota sobre el sinecismo
Agrupación de pequeñas poblaciones independientes pero afines culturalmente para crear una entidad mayor, siendo notorios el caso de Roma y Atenas.
En el caso que nos atañe, Roma, los habitantes de los siete montes, latinos, estaban unidos en una liga o confederación; sin olvidar la cercanía de pueblos sabinos y etruscos, que tan decisivos e influyentes fueron en esta Roma primitiva.

El nombre Septimontium
Según Varrón, en su Lengua Latina V, 41, antes de que Roma fuese Roma, a la dispersa población que habitaba los montes y colinas romanas, se la conocía como Septimontium: “Donde ahora está Roma, fue designado con el nombre de Septimontium «Los Siete Montes» por tantos montes cuantos después la ciudad abarcó con sus muros.
Varrón tiene en mente los siete montes más conocidos de Roma, aunque el festival se desarrolla en otros. Al suroeste del Septimontiun se funda la llamada Roma Quadrata, habitada por latinos y sabinos, además de etruscos; ambas poblaciones se unen para formar lo que será Roma.

Cercado de montes
Otros autores, además, consideran que el nombre del festival no hace referencia al número de montes, sino que hace referencia a saeptum montium, «cercado de montes», clarificando que se trataba de lugares poblados, bien delimitados y, posiblemente, amurallados. ¿Puede que se trate más o menos del mismo trazado que las Murallas Servianas?

Una fiesta singular
No aparece en los fastos estatales, pero sí en los calendarios rurales, siendo antiquísima. Se trata de un dies sacer, o feriae, aunque no del pueblo en general, sino de los montani pro montibus, los habitantes de los siguientes montes de Roma: Palatino, Veliae, Fagutali, Cermalo, Caelio, Oppio y Cispio –incluyendo el barrio de Subura-. Debido a su antigüedad, el Capitolio, el Quirinal y el Viminal no están incluidos; aunque algunos autores difieren al respecto, incluyendo alguno de estos.
Como curiosidad, citar que los montes Cispius, Caelius y Oppius hacen referencia a héroes epónimos, héroes que dan nombre a esos montes, siendo los siguientes: Laevius Cispius, Caelius Vibenna y Opiter Oppius.

Columela y sus habas septimonciales
Este autor hace referencia al festival en su libro Sobre la labranza II, 10, indicando que es momento propicio para la siembra de legumbres –en este caso habas-. Es habitual que los festivales fijos sirvan como referencia agrícola: “Las habas no toleran el terreno delgado o arenoso; en cambio, suelen darse muy bien en las tierras prietas. Debe sembrarse una parte a mitad del tiempo de siembra, otra parte al final: es la llamada siembra «septimoncial».”

El caso es que Columela, que no era oriundo de Roma –era gaditano-, conocía el festival, siendo prueba de la notoriedad del mismo, pese a su carácter exclusivo y privativo de Roma. Su pasaje, sin dejar de ser interesante si eres un amante de las habas, indica sobre todo lo popular del festival.

El festival
Antiguo, prácticamente una reliquia entre los propios romanos. Se inicia, por tradición, con una procesión entre el Palatino y el Esquilino, realizándose sacrificios en cada uno de los siete montes –muy cerca de los santuarios de los argei-; aunque es posible que solo se realicen sacrificios en el Palatino y el Velia. Posiblemente las víctimas propicias sean carneros.
El sacerdote encargado de este festival es el flamen Palatualis. Su nombre procede de Palatuar, el nombre más antiguo que se conoce del monte Palatino, creyéndose, además, que se trata de una diosa protectora de dicho monte. En tiempos históricos se considera que el sacrificio que se realiza en este monte es en honor a Pales, divinidad de los pastores y el ganado lanar (ver Parilia). A Pales se le identifica con Palatuar, siendo la misma divinidad. Por ello, se considera que también se realiza una lustración simbólica de ganado.
Poco más sabemos del festival, aunque gracias a Suetonio y Plutarco tenemos algunos detalles del mismo, como se explica a continuación.

Domiciano y el festival
Suetonio, en su Vida de Domiciano, 5, nos describe el modo en que el emperador patrocinaba este festival, siendo algo singular en su fondo y forma: “Dio tres veces al pueblo donativo de trescientos sestercios por cabeza, y durante un espectáculo de gladiadores le ofreció un opíparo festín con ocasión de las fiestas del Septimontium, haciendo distribuir los víveres a los senadores y caballeros en cestas de pan, y a la plebe en unos capazos, y poniéndose él a comer el primero; al día siguiente hizo lanzar a los espectadores regalos de todo tipo, y, como la mayor parte habían caído en las gradas destinadas al pueblo, prometió cincuenta bonos a cada uno de los sectores reservados al orden senatorial y ecuestre.”

Domiciano ofrecía donativos, espectáculos gladiatorios y banquetes públicos. Es muy posible que otros emperadores también ofreciesen los mismos parabienes durante el festival, lo que explicaría la popularidad del mismo, tanto entre la plebe como entre los honestiores.

Prohibición de carruajes
Plutarco, en sus Cuestiones romanas, 69, indica una curiosa prohibición durante el festival: “¿Por qué en la festividad llamada Septimontium se cuidaban de no utilizar carros de animales uncidos y aún hoy quienes no menosprecian a los antiguos se cuidan de ello? Esta festividad la celebran para conmemorar la anexión de la séptima colina de la ciudad, por lo que Roma se convirtió en Ciudad de Siete Colinas.
¿Acaso, y según algunos romanos piensan, a causa de que la ciudad no estaba uncida por completo en todas partes?
¿O esto, por el contrario, no tiene nada que ver con la cuestión y piensan, una vez realizada la gran labor de consolidación, que la ciudad ya ha cesado de crecer en extensión, y ellos se tomaron un descanso y se lo dieron también a los animales que habían colaborado en su trabajo y les concedieron el disfrutar en el ocio de la fiesta común?
¿O quisieron que la presencia de los ciudadanos honrara y adornara siempre toda festividad pero especialmente la celebrada en honor de la consolidación de la ciudad. Y para que no abandonasen la ciudad, cuya fiesta se celebraba, no se les permitió hacer uso de carruajes durante aquel día?

Durante el festival está prohibido que los carruajes circulen por los montes, aunque según puede deducirse de las palabras de Plutarco, no todo el mundo respeta esta sagrada tradición.

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