De dónde
surge la idea
Hace años comencé la redacción de la primera
versión de Arcana Mvndi. En aquellos tiempos apenas conocía nada sobre la
civilización romana, o para ser más concreto, sobre la realidad romana. Había leído unos cuantos ensayos, no eran pocos,
pero insuficientes si soy sincero. Para comprender algo lo más adecuado es
combinar la sabiduría de los historiadores modernos con los autores que
vivieron aquellos tiempos apasionantes que dieron forma a nuestra realidad.
Creo recordar que empecé la lectura como la
mayoría, con los autores más conocidos, como Herodoto, Suetonio, Julio César,
Apiano, Polibio… entre otros. Leía, devoraba tomo tras tomo (todavía lo hago),
un desfile sin fin. Historia de la antigüedad, guerras, conquistas, política, los
grandes hombres que, como titanes inmortales, hollaron la tierra, conformando
reinos e imperios. Pero me faltaba algo. Disfrutaba de la lectura, aprendía,
eso es cierto, pero algo palpitaba en mi mente, deseando llenar un vacío que ni
sabía que existía.
Seguí con otros autores, como mi adorado Plinio el
Viejo (que tantas tardes me ha maravillado) o su sobrino Plinio el Joven y sus
deliciosas cartas; Cicerón, culmen de la política tardorepublicana, que nunca
deja indiferente por su sabiduría, su cinismo y actitud desconcertante; Diodoro
de Sicilia, cuyos primeros libros son sumamente interesantes y curiosos;
Estrabón, que muestra la realidad de su tiempo en una obra inigualable; Galeno
y sus obras médicas, de árida lectura pero un aporte sin igual de conocimientos;
y una multitud cuya enumeración sería un ejercicio de vanagloria, pero que me
han aportado multitud de conocimientos.
Comprendo que a la mayoría nombres como Petronio,
Apuleyo o Luciano, poco le dicen. Pero con ellos descubrí otra Roma. Ellos, aunque no son los únicos, ya que en realidad no
debe dejarse de lado el teatro griego y romano, me mostraron la Roma de los
plebeyos, de los desheredados, de los truhanes y criminales por necesidad. Sus
novelas abren al lector moderno las ciudades y campos de los romanos desde una
perspectiva única e irrepetible, ya que ellos transitaron esos lugares, se
embriagaron con el antiguo vino, rogando a los dioses por su bienestar personal
y por la desgracia ajena. En sus arcaicas páginas desfilan una multitud singular,
extravagante y absurda, de personajes, cada cual más exagerado y pintoresco que
el anterior. Sin importar rango social ni riqueza, ni sabiduría o inteligencia,
real o supuesta. Todo un coro digno de Baco y Mania. Y mientras más leía a
estos descarados y tramposos, más comprendía y descubría otras obras similares.
Roma se abría ante mí y ese vacío comenzó a llenarse de ideas pugnantes y de
las risas de las antiguas divinidades, codiciosas de sacrificios y desgracias
humanas.
Cuando se lee el Satiricón, El
asno de oro o la multitud de obras de Luciano de Samosata, uno se
maravilla con historias de mortales de variada condición, aunque la mayoría
sean unos pobres desgraciados, entremezclándose relatos de divinidades y seres
sobrenaturales –incluyendo espectros, hombres lobo y brujas-. En estas obras se
codean solemnes divinidades con lo peor de la raza humana. Y fue en esos
momentos, ya redactado aquel Arcana Mvndi, cuando bullía en mi
mente escribir una obra de esas características, respetando la memoria de los
autores citados, modernizando sus conceptos sin difuminar su esencia e
intenciones.
El marco
espacial: Siracusa
Sicilia es una tierra excepcional y fue desde el
inicio el lugar escogido como marco para la novela. De hecho, como escribí en
su día, cuando Arcana Mvndi estaba a la venta, el primer complemento
geográfico que redacté fue Sombras de Sicilia, del que tengo
más de trecientas páginas de información diversa, información que salió en gran
medida de los autores clásicos, siendo las Verrinas de Cicerón una ayuda
excepcional. Tal es mi pasión por esa isla mediterránea que conozco (y lo digo
con total humildad) al detalle. ¿Por qué no aprovechar estos conocimientos para
una novela? ¡La diosa Siracusa no me lo hubiese perdonado jamás! Tierra de
gigantes lestrigones, osario de Polifemo y despensa de monstruos marinos, como las
sirenas y las brutales Escila y Caribdis.
La acción de la novela transcurre casi en su
totalidad en Siracusa, la ciudad por excelencia de Sicilia. Antigua patria de
Arquímedes y de notorios tiranos como Hierón, ya extintos, pues la obra se
desarrolla durante el siglo II bajo el dominio del poder imperial romano,
aunque no preciso fecha alguna. En realidad carece de importancia, los
protagonistas son unos pobres humiliores sin aspiraciones políticas o
militares. Nada saben de guerras ni conspiraciones, pues la novela es una
aventura plebeya, entre la picaresca, la supervivencia, el humor trágico y
otras emociones diversas, como el amor e incluso el terror.
El marco
temporal: una noche
Un quebradero de cabeza fue determinar el marco
temporal de la novela. Al comenzar pensé en tres noches. La culpa la tiene Aulo
Gelio y su obra Noches áticas.
Independientemente de la obra, me encanta el título. Me parece evocador,
ensoñador, un perfecto resumen de las intenciones de la obra. Pero no cuajaba
en mi novela. Tres noches eran demasiado para mi idea; barajé dos, pero me
parecía incluso peor. Y fue una noche, cavilando con una copa de vino (¡Cómo
no!), visionando una de mis viejas películas ochenteras cuando el bueno de
Martin Scorsese me dio la respuesta. Curioso que partiese de una película y no
de una obra literaria. La película culpable fue After Hours (¡Jo, que noche!). El protagonista, un oficinista
anodino y hastiado de su rutinaria vida, se pierde en un destartalado barrio de
Nueva York (la culpable de todo es una encantadora Rosanna Arquette). No son
pocas las emocionantes peripecias que sufre en una sola noche… ¡una sola noche!
Más que tiempo suficiente. Ya tenía el marco espacial y temporal, solo faltaban
los personajes.
Los
personajes
Llevo metido en esto del rol desde hace más de
treinta años (¡Maldito seas, escurridizo tiempo!). He jugado tanto como he dirigido,
y como suele decirse hoy día en defensa del rol y las actividades creativas:
¿Cuántas vidas has vivido? La respuesta está clara: infinitas.
Idear y plasmar los personajes de la novela, tanto
protagonistas como actores secundarios, e incluso fugaces “extras”, ha sido
para mí la parte más fácil y gratificante. Tras tantos años he tenido que crear
una multitud de personalidades sencillas o complejas para encarnar los diversos
personajes, tantos que podría llenar el Inframundo y el Olimpo con ellos (De
acuerdo, es una exageración, pero se capta la idea).
Los primeros fueron las divinidades. Claro, aquí me
he precipitado y debo aclarar primero algo. La excusa de la novela, de todo lo
que transcurre, es un reto entre dos diosas, siendo del siguiente modo… Bueno,
mejor es lo explican ellas mismas:
“La
nocturna diosa lunar, la hipnótica Selene, se llevó a sus níveos labios un par
de olivas, fruto solar. Las saboreó sin prisas y cierto ánimo sensual, mientras
observaba a una divinidad en particular de entre todas las que asistían a este
banquete de dioses situado en el Olimpo. Se trataba de la diosa Siracusa, la
deidad que constituye la ilustre ciudad siciliana de dicho nombre. A Selene le
fascinaba el rostro cambiante de dicha diosa, sus maneras delicadas y
autoritarias, y a pesar de no ser tan antigua como ella misma, en sus ojos la picaresca
alternaba con la sabiduría, la cual en su caso había inspirado sus múltiples
guerras y con ellas alguna que otra cruel plaga, sus brutales tiranos y sus
magníficos pensadores, la variedad de los mitos acontecidos en su solaz y la
multiplicidad de los caracteres que conformaban el hormiguero humano de sus
calles, ágoras, teatros y otros lugares públicos.
Selene se
dirigió a ella a viva voz, con la clara intención de ser escuchada por todos
los comensales de los triclinia cercanos. Selene tiene,, entre los dioses y los
hombres, fama de escasa cordura, de enloquecer con sus juegos y de ser algo
chismosa y alcahueta. Al fin y al cabo, observa todo aquello que acontece
durante su reino nocturno. Por lo tanto, a nadie sorprendió que iniciase uno de
sus juegos.
-Diosa
Siracusa, famosa entre las ciudades mediterráneas, tus noches son trágicas y
cómicas, tenebrosas en sus callejones, dulces en sus lechos, deliciosas en sus
huertos. Dime, alguna fábula siciliana podrás narrar a esta reunión de
divinidades. Ya has visto que las danzantes y flautistas están agotadas.
¡Observa cómo Hércules y Aquiles las persiguen! ¡Dionisios y Liber Pater han
sustituido la sangre de estas ninfas por vino! -dijo entre carcajadas-.
Cuéntanos alguna entretenida historia que acontezca de noche, y háblanos sobre
las criaturas mortales que viven en la noche siracusana.
La diosa
Siracusa sonrió. Con lentitud cogió dos aceitunas que devoró con premura. Miró
a los dioses. Bebió algo de dulce néctar.
-Amigos,
algo podré narrar. Recuerdo lo que aconteció no hace tanto tiempo. Quizás fue
solo un sueño que nunca sucedió, pero, ¿acaso importa tal detalle? –dijo con
tono de cierta burla.- Os hablaré sobre esas criaturas que nos adoran y nos
temen. Algunas incluso nos aman. Os hablaré sobre rivalidad, venganza y
justicia, ¿o acaso no es lo mismo? -caviló,- honor y sabiduría, amistad y odio,
y como no, del sempiterno amor. Os prometo una velada interesante. Curiosa
Odisea en una noche de Feralia, protagonizada por dos jóvenes muy diferentes
entre sí, el apolíneo Efialtes y el filósofo Clístenes, y su gran rival,
Yámbulo, apodado “el cíclope” por ser tuerto y tener los modales de los hijos
de Neptuno -y sin más, Siracusa comenzó
su narración.”
De este modo comienza la novela: las divinidades en
un banquete olímpico, en claro contraste con lo que acontece a los mortales
protagonistas en Siracusa. Y tras determinar el papel de las divinidades en
esta aventura, Efialtes y Clístenes, un par de buenos amigos, inseparables,
pero muy diferentes entre sí. Aunque protagonistas, a lo largo de la novela aparece
una multitud que también disfruta de su momento, como la hetaira Psyque Noctis y la compañía de Fundacio Minucio, y claro,
los antagonistas. Aquí debo ser prudente y discreto. ¿Debo mencionar, acaso,
que una bruja, al más puro estilo del macabro Lucano, deambula por la ciudad?
¿O que otros seres sobrenaturales aparecen en la novela? No, mejor callo. Los
que conocen Arcana Mvndi, en estos casos, juegan con ventaja, ya que
conocen mi estilo respecto a estos seres singulares. Ninguno sin su motivación
o historia.
La novela
como una aventura
No iba a poner nada al respecto, pero digamos que
me han convencido. Entre néctar y ambrosía no es una aventura de Arcana
Mvndi… pero podría serlo. Me explico. No la escribí pensando en ello.
Se trata de una obra literaria que aprovecha mi pasión por la civilización
romana (conocimientos que comparto con Arcana Mvndi) y por mi gusto por
ciertas extravagancias en la descripción de personajes y situaciones. ¡Me
resulta imposible escapar de mi carácter!
Sin embargo, la aventura que se ven obligados a experimentar
los personajes (tanto las divinidades, los protagonistas mortales y los
adversarios) bien podrían situarse en el mismo universo que Arcana
Mvndi. Eso es muy cierto. No requiere esfuerzo alguno. Ya se delimita
tiempo, espacio y escenas. Solo tendrían que ponerse de acuerdo en la mesa de
juego quién es quién (de los protagonistas) y no leerse la novela. Esto último
es algo que me pesa como autor, y entro en conflicto como creador del Arcana
Mvndi y escritor de Entre néctar y ambrosía. ¿Cómo
sacarle el mejor jugo a la novela? Desde mi humilde opinión: paciencia, que ya
saldrán aventuras para Arcana Mvndi… Pero también considero
que podría ser una aventura muy curiosa. Todo un dilema.
Sin más, espero que os guste la novela y que
disfrutéis de las ocurrencias de Efialtes, de las extravagancias de Clístenes y
demás compañía… y que no tengáis pesadillas, salvo un dulce sueño.
Un saludo desde las Hespérides
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