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Calendario religioso romano: Saturnalia -17 al 23 de diciembre-


Una representación muy libre de las Saturnales

El más célebre y conocido de los festivales romanos, un alegre y popular festejo en honor a Saturno, antigua deidad del Lacio. También es conocida como feriae Saturno o simplemente como Saturnales.

Las Saturnales de Macrobio
Sin duda, entre los autores clásicos, esta obra es la más indicada para comprender cómo eran las Saturnales, su naturaleza, origen e innumerables detalles que la conformaban. Se trata, además, de una fuente inagotable y magnífica de puro conocimiento sobre el mundo clásico pagano.

El culto a Saturno
Antigua divinidad del Lacio, encarnación de una perdida y olvidada edad dorada, en la que no existían ni bienes privados, solo comunes, ni existía la esclavitud. Primitivo y sencillo en esencia, enseñó los rudimentos básicos de la agricultura a las gentes ribereñas del Lacio, así como otras artes propias de las culturas civilizadas, como la acuñación de moneda.
Saturno es símbolo de riqueza agrícola –Varrón hace derivar su nombre de satur, «siembra»-, de plenitud material y moral; siendo padre, además, de divinidades tan importantes como Júpiter, Juno, Neptuno o Vesta. Su nombre aparece en el arcaico Carmen Arvale como Satur. No será hasta los últimos tiempos de la República en la que vemos identificado a Saturno con el griego Cronos, dios de la siembra y, aunque no exactamente, el tiempo.
Reinó, junto a Jano, en el llamado Monte Saturnio, en lo que sería el Monte Capitolino una vez fundada Roma. Varrón, en su Lengua Latina V (42), lo confirma, siempre desde una base etimológica: “Refiere la tradición que antes este monte se denominó Saturnius «de Saturno» y que por esto el Lacio era la tierra de Saturno (Saturnia), como la denominaba el poeta Ennio. Está escrito que en éste hubo una antigua ciudad, Saturnia. Aún ahora permanecen tres vestigios suyos: el que haya un templo de Saturno en su garganta, el que haya una puerta Saturnia que el jurisconsulto Junio sitúa allí en sus escritos, a la que ahora llaman Pandana, y el que, en las leyes de derecho privado correspondientes a edificios, detrás del templo de Saturno las paredes estén citadas como «muros posteriores de Saturno».
En la mitología grecorromana se considera que la diosa Ops, encarnación de la abundancia, es su consorte. Para ello ver los festivales de la Opiconsivia y Opalia.

Una curiosidad sobre el “cara o cruz”
Macrobio, en sus Saturnales, narra una anécdota sobre la denominación de la “cara y cruz” de las monedas en tiempos de Roma, teniendo en cuenta que Saturno arribó al Lacio en barco desde tierras lejanas, siendo acogido por Jano, señor de las tierras que después serían la ciudad de Roma. Jano, agradecido con el dios por desvelarle los secretos de la agricultura, compartió el trono con él: “Es más, como quiera que fuera el primero en acuñar moneda, también en esto observó deferencia hacia Saturno, de forma que, puesto que este había arribado en barco, por un lado se grababa, desde luego, un retrato de su propia cabeza, pero por el otro una nave, a fin de transmitir a la posteridad la memoria de Saturno. Que el bronce se acuñó así, aún hoy se advierte en un juego de azar, cuando los niños, arrojando denarios al aire, exclaman «¡cabeza!» o «¡barca!», siendo el juego prueba de la antigüedad.”

Origen del festival
Según los diversos mitos y tradiciones, tres son los posibles orígenes de este festival, aunque siempre asociados a Saturno. Macrobio en sus Saturnales I (7) nos los narra.

  • El primero de ellos, el más antiguo, tiene como iniciador al propio Jano: “Saturno desapareció de repente, y Jano planeó acrecentar los honores de aquel dios. En primer lugar, dio el nombre de Saturnia a toda la tierra que obedece a su dominio; luego le consagró, como si fuera un dios, un altar y unas fiestas que llamó Saturnales. ¡En tanto siglos las Saturnales preceden la fundación de Roma! Ordenó, pues, que Saturno fuera venerado con la grandeza del culto, como artífice, a su juicio, de una vida mejor: prueba de ella es su estatua, a la que añadió una hoz, símbolo de la cosecha. A este dios se atribuyen los injertos de renuevos, la crianza de árboles frutales y variopintos métodos para cultivar cualquier cosa fértil.”

  • El segundo origen recae en el casi omnipresente Hércules, héroe iniciador de multitud de ritos y cultos a lo largo de todo el Mediterráneo: “Hércules había abandonado en Italia a unos hombres, enfurecido, porque no habían vigilado su rebaño, o bien los había dejado allí deliberadamente, para que protegieran su altar y su templo de los asaltos. Estos hombres, pues, en cierta ocasión en que les atacaron unos bandidos, ocuparon una colina elevada y se les llamaron saturnios, por el nombre que también dicha colina recibía antes, y porque se sintieron protegidos por el nombre y el respeto de este dios, instituyeron, cuentan, las Saturnales, con la intención de que la propia observancia de una fiesta oficialmente declarada exhortara a los ánimos salvajes de sus vecinos a una mayor veneración por el culto.”

  • El tercer origen tiene como protagonistas a los pelasgos –antiguos habitantes de la Hélade-, que expulsados de sus dominios consultaron al Oráculo de Dodona, que les envió al occidente, en busca de la tierra de Saturno: “Partid en busca de la tierra de Saturno que habitan los sículos y los aborígenes, Cótila, donde flota una isla; cuando os hayáis unido a ellos, enviad el diezmo a Febo, y enviad las cabezas a Hades y un hombre a su padre”. Finalmente arribaron al Lacio y en un lago llamado Cutilias encontraron una isla flotante, “una masa de hierba, formada por la compactación del fango o por el espesamiento de la marisma, toda cubierta de matorrales y de árboles a manera de un bosque, y vagaba errante, sacudida sin cesar por la mares”, en palabras de Macrobio. Se trataba de las marismas primigenias de lo que sería Roma. Allí erigieron un altar a Saturno, instituyendo un festival en su honor, las Saturnales.

Tales son los orígenes atribuidos al mito. Según algunos autores clásicos –y modernos- el origen del festival, aunque antiguo, suele atribuirse al rey sabino Tito Tacio, a Tulo Hostilio o Tarquinio el Soberbio. Sin embargo, es muy posible que el inicio oficial de las Saturnales fuese el 17 de diciembre del año 497 a. C., bajo el consulado de Aulo Sempronio y Marco Minucio, a su vez, fecha de la inauguración del templo a Saturno.
Es posible, también, que todas las posibilidades sean admisibles. Con el tiempo, el culto y los festivales tienden a corromperse, y que cada uno de los protagonistas citados renovase las Saturnales, atribuyéndose su fundación.

El festival se prolonga –saturnaliorum dies-
En tiempos imperiales, la Saturnalia dura siete días, desde el 17 hasta el 23 de diciembre, pero no siempre ha sido de este modo. Al principio, según la mayoría de los autores, la Saturnalia se celebraba un único día: el 17 de diciembre; para ser más concreto, según el modo romano de calcular las fechas en los calendarios, el decimocuarto día antes de las calendas.
Debido a diversas vicisitudes históricas –la mayoría hechos irregulares y confusos- y a la propia popularidad del festival, se le han ido añadiendo días poco a poco. Por ejemplo, Julio César añadió dos días al mes de diciembre, por lo que la plebe comenzó a celebrar tres días de Saturnalia -¿Qué decimocuarto día antes de las calendas de enero debían celebrar, el antiguo o el nuevo?-. Años más tarde, el emperador Augusto, para acabar con este problema, decretó que el festival durase tres días. Calígula añade un quinto día –nada sabemos sobre el cuarto día-, al que denomina Iuvenalis. Suprimido durante algunos años, pero restaurado por Claudio.
Macrobio, en sus Saturnales I (10, 23), lo explica del siguiente modo: “Creo haber probado ya suficientemente que las Saturnales se celebraban de ordinario durante una sola jornada, a saber, en el decimocuarto día antes de las calendas, pero prolongadas más tarde a tres jornadas, primero por causa de los días que César añadió a este mes, luego por causa del edicto en el que Augusto asignó a las Saturnales tres días de fiesta, empiezan, pues, el decimosexto día y terminan el decimocuarto, el único día en que solían antes celebrarse. Ahora bien, se añadieron las Sigilares y su celebración prolongó el ajetreo del pueblo y la alegría religiosa hasta los siete días.”
La Sigillaria, o Sigilares, es un festival integrado en la Saturnalia, como se detalla más adelante.

Días festivos
Durante la festividad –oficialmente durante el 17, 18 y 19 de diciembre- no se pueden celebrar juicios ni reuniones políticas ni transacciones públicas, incluso las escuelas cierran, pero se permite apostar jugando a los dados y lo que se tercie. Marcial, en uno de sus Epigramas V (84) describe, con cierta emoción, el final de las Saturnalias, y como los niños y los tahúres añoran esos días de regocijo y absoluta libertad: “Al niño, triste ya por dejar sus nueces, vuelve a llamarlo el maestro chillón y el jugador de dados, traicionado de mala manera por el seductor cubiliete, arrancado hace un momento de la oscura taberna, borracho, pide perdón al edil […].
Además, en boca de Macrobio, “emprender una guerra durante las Saturnales está considerado como un acto sacrílego, y castigar a un culpable durante estos mismos días es de mal agüero.” De hecho, el festival es celebrado por los soldados en sus campamentos, donde se sortea que uno de ellos interprete al rey del banquete –aunque ellos lo llaman emperador, sin tapujos ni miramiento alguno (ver Saturnalicius princeps más adelante).

Días singulares para los esclavos
Días de fiesta que incluyen a los esclavos domésticos, que se ven libres de sus quehaceres cotidianos. Se les permite, como importante signo distintivo de su “libertad”, llevar el píleo –pileus-, el gorro de lana que distingue a los libertos. Incluso tienen libertad de expresión, lo que aprovechan para mofa de sus amos, criticar y mostrar su opinión sin temor a represalias –al menos, durante las fiestas-. Lo que Horacio denomina libertas Decembri.
Una de las curiosidades de las Saturnalias es la inversión del orden social. Por ello, los esclavos, aunque siempre preparan la cena, pueden organizar un festín empleando la mesa de su señor, toda una transgresión, ataviados, además, como ellos. Los autores difieren sobre si estos comen junto a su señor o antes de él. Lo más plausible es que varíe de casa en casa: algunos señores accederán a comer con sus esclavos, y otros, como Plinio el Joven, tenga dispuestas unas habitaciones acondicionadas para recluirse durante las fiestas; en su caso, por no ser amigo de bullicioso y borracheras. De hecho, algunos esclavos terminan bailando y cantando desnudos debido al vino y el deseo de escape de sus penurias diarias. Es momento de búsqueda de placeres y desenfrenos.

Ataduras de lana
La antigua estatua de Saturno, resguardada en su aedes –templo-, tiene los pies atados con una cuerda de lana durante todo el año. Solo se le desata durante las Saturnalias, liberándolo de sus rústicas ataduras. Tras ello se realiza un lectisternium, un sacrificio y un banquete público –convivium publicum-. Se tiene constancia de la celebración de este banquete público desde el 217 a. C. Los senadores y caballeros que acuden al sacrificio van ataviados con la toga praetexta, apropiada para las grandes ocasiones, aunque se despojan de ella durante el banquete.
Siendo algo singular, el sacrificio se realiza al modo griego –ritus graecus-, esto es, con la cabeza descubierta. Los romanos sacrifican capite velato, con la cabeza cubierta por un pliegue de la toga, símbolo de piedad. Macrobio lo explica del siguiente modo: “Allí, conforme al rito griego, se realizan las ceremonias con la cabeza descubierta, porque se supone que así solían hacerlo desde el principio, primero los pelasgos, luego Hércules.” Aunque la explicación puede estar en la propia naturaleza del festival: se invierte el orden social y la mayoría de las normas sociales –y religiosas- del resto del año.

Saturno con sus singulares ataduras de lana


¡Io Saturnalia!
Tras el banquete comienza oficialmente el festival. En ese momento, la multitud, enfervorecida, clama con sincera alegría el famoso Io, Io Saturnalia! Una frase que engloba tanto un grito característico durante las fiestas, como una expresión de júbilo e incluso una fórmula mágica y religiosa, tanto que puede proferirse en la vida cotidiana como una exclamación de satisfacción y regocijo.

Baño ritual y sacrificios privados
Los días 18 y 19 de diciembre, considerados oficialmente saturnales, es costumbre tomar temprano un baño, contrario a lo habitual: las termas se visitan a la tarde. Además, aquellas familias que tengan medios, sacrifican un lechón en honor a Saturno.

El mundo al revés
Las Saturnalias destacan por su principal característica: la inversión del orden social, es el mundo al revés. Por ello son tan populares entre la plebe, los esclavos y las mujeres. Es uno de los festivales más duraderos en el tiempo y entre todos los estamentos sociales.
Aquellos que no son ciudadanos pueden llevar la toga –más que un puede, es un debe-. Se considera de mal gusto ir vestido como se debe habitualmente. De ello se mofan autores como Marcial al ver a un conocido llevando la toga durante las fiestas: “No hay cosa más indecente que Carisiano, en los Saturnales va con toga.” Todo el mundo lleva el píleo, el gorro de los libertos. De ese modo no existen distinciones entre los órdenes sociales.
Los ciudadanos llevan, en cambio, la synthesis, un equivalente el batín moderno o al jubón, sin mangas y corto, un atavío propio para andar por casa, empleado para las cenas; es una prenda común para hombres y mujeres, muy popular entre los siglos I y II.
Aunque no se relacionan ludi sceanici –representaciones teatrales- durante el festival, las gentes suelen aprovechar la ocasión para disfrazarse –portando incluso máscaras-, buscando la mofa y la extravagancia, siendo similar al actual Carnaval. Tal es el libertinaje, que son habituales las bromas pesadas y de mal gusto, aunque ingenuas e infantiles en cierto sentido, como arrojar a la gente a las fuentes, cuyas aguas están heladas: ¡se trata de mediados de diciembre! Algunos autores describen ciertas extravagancias en algunas cenas, como falsas luchas de “gladiadoras” o ridículos combates entre enanos y grullas, a imitación de un mito sobre estos animales y los pigmeos.
Se permite el juego con apuestas, como se ha dicho anteriormente. Un viejo dicho reza: “Ahora tienes permiso, esclavo, para jugar con tu amo.” Son habituales las apuestas con dinero y nueces, siendo uno de los elementos propios de las fiestas. Es el primer y más humilde regalo que se hace: nueces.

El píleo, característico gorro de los libertos

Regalos
Los presentes entregados en la Saturnalia reciben el nombre de xenia, siendo los receptores habituales los amigos y familiares, así como a los conocidos a los que se deba algún favor.
Los autores antiguos hacen continua referencia a las nueces, el regalo imprescindible; y tras ellos, todo tipo de regalos, extravagantes, inútiles, buscando la broma y la sorpresa –como animales exóticos o una salchicha picante-, aunque algunos más recatados o considerados pueden ofrecer regalos de cierta utilidad –perfumes o cucharas-. Marcial, en uno de sus Epigramas se queja de un amigo, al enviarle los regalos que había acumulado los primeros días de fiesta y que no le interesaban.
Nuevamente Marcial en sus Epigramas XIV (XLVI) nos hace una relación posible de regalos, casi todos de índole alimentaria: “Las Saturnales han enriquecido a Sabelo, con razón se pavonea Sabelo y piensa y dice que no hay nadie más afortunado entre los abogados. Tales fastos y ánimos se los da a Sabelo medio modio de trigo y de habas molidas, tres medias libras de incienso y de pimienta, una longaniza con tripa falisca, una garrafa siria de vino tinto cocido, una helada orza libia de higos junto con unas cebollas y caracoles y queso. También llegó de parte de un cliente del Piceno un cestillo al que no le cabían unas sobrias olivas, un juego de siete copas esculpidas por el tosco cincel de un alfarero de Sagunto, obra de barro de un torno hispano, y un pañuelo adornado con un ancho arrequive de púrpura. Saturnales más fructíferas no las tuvo en diez años Sabelo.”
Como ejemplo, el emperador Heliogábalo sorteaba premios en sus cenas, como diez camellos, diez libras de plomo o diez moscas. El poeta Estacio hace referencia de la Alegría y la Picaresca como si de deidades se tratase en relación a las bromas, regalos y ambiente habitual de las fiestas.

Bagatelas por regalos
Un autor antiguo destaca una curiosa práctica. Algunos niños preparan pequeños y humildes presentes, envolviendo sencillos frutos –posiblemente nueces- en oropel, una fina lámina de latón que imita el oro. Estos regalitos los ofrecen puerta a puerta, con la esperanza de intercambiarlos por regalos de mayor valor.

Cerei
Otro regalo propio de esta festividad son las cerei, velas elaboradas en cera, símbolo de luz. Suelen regalarla los de más baja condición social a sus señores y superiores.
El origen de esta costumbre es incierta, aunque posiblemente esté relacionada con el propio diciembre y el fin del año, como pequeña muestra del regreso de la luz tras el solsticio de invierno. Macrobio, en sus Saturnales, considera, entre otras opciones, la siguiente: “Otros piensan que las velas de cera se envían precisamente porque, bajo el reinado de este dios, fuimos elevados, por así decirlo, de una vida grosera y tenebrosa a la luz y al conocimiento de las artes liberales. Descubro también en las fuentes escritas el caso siguiente: como muchos, por codicia, con ocasión de las Saturnales, exigieran con insistencia regalos a sus clientes y esta carga abrumara a los más pobres, el tribuno de la plebe Publicio propuso que a los ricos se les enviará solo velas de cera.”

El rey del banquete
Durante las Saturnalias se sortea durante la cena quien interpreta el papel de Saturnalicius princeps, rey de las Saturnales, amo y absurdo señor del banquete; su reino –Saturnia regna- dura todo el festival, está suscrito al tiempo de las diversas cenas y afecta a todos los presentes en la cena. La misión de este rey del desgobierno es determinar cuánto se bebe y quien canta, ordenando a los presentes que realicen actos burlescos y ridículos, como cantar desnudo u ordenar a alguien que arroje a otro al agua fría. Toda licencia está permitida, al gusto del rey.
Se tiene constancia de este “rey” en tiempos imperiales; nada sabemos de su origen y si existía en tiempos republicanos. No pocos autores consideran que se trata de una burla del gobierno imperial, naciendo por lo tanto, bajo el principado de Augusto. También aclarar que no se realiza en todas las cenas durante las fiestas, ya que en algunos hogares simplemente no se realizan, siendo más común la elección del rey entre la gente joven. Al tratarse de un sorteo, también puede caer sin problema alguno en una mujer, siendo la reina del banquete.

Sigillaria
El último día de las Saturnalias -23 de diciembre- se celebran las Sigilares. Es costumbre regalar a los niños pequeños figurillas elaboradas en terracota o cera para entretenerlos; aunque con el tiempo estos regalos se han extendido a los adultos. Suelen tener una forma en cierta medida ridícula o exagerada, figuras humanas con una cabeza desproporcionada, aunque la variedad es la norma. Marcial nombra entre algunas de estas figurillas una del famoso Bruto, otra de Hércules, una máscara burlesca de un bátavo pelirrojo y un jorobado; también se elaboran algunas con la forma de animales.
Durante las Saturnales se abre un mercado con numerosas tiendas que recibe el nombre de Sigillaria, primero en las cercanías del Pórtico de Octavia –en el Campo de Marte-, y posteriormente en las Termas de Trajano –muy cerca del Anfiteatro Flavio-. Lugar concurrido que no se limita a vender las famosas figurillas sigilares, sino productos apropiados para regalo, muchos de ellos de gran valor.

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