Popular y célebre festival que se celebra en honor
a Cibeles, apodada megale “la
grande”, de ahí, llamados ludi megalenses
–juegos de la gran diosa-.
Cybele, Magna Mater
Diosa-madre de origen anatolio de antiquísima antigüedad.
Asociada ya desde tiempos arcaicos a Rea y Demeter, deidades vinculadas y
asociadas a la tierra, a la agricultura, a los animales salvajes y al
Inframundo. Se la considera madre de los dioses; sus mitos están unidos a los
griegos. Se la suele representar en un carro uncido por dos leones,
demostración de su poder sobre la naturaleza.
Adoptada como propia por los romanos en tiempos de
la segunda guerra púnica, tal y como recomendaban los Libros Sibilinos, oráculos de suma importancia para el Estado
romano. Un terrible adversario llamado Aníbal ganaba la guerra; además,
acontecieron diversos prodigios en aquellos tiempos, como la aparición en los
cielos de una lluvia de meteoritos, una mala cosecha debido a la pertinaz
sequía, y la propia guerra. Se requería a Cibeles en la ciudad de Rómulo para
recuperar el favor divino y acabar con tales calamidades.
La diosa estaba representada por un gran meteorito
de negra faz, la cual se hizo traer desde Pesinunte, en Asia Menor –sobre el 204 a . C.-. Tras diversas
vicisitudes, fue instalada en Roma, en el templo de la Victoria, un 4 de abril.
Su templo fue consagrado un diez de abril del 191 a . C., estando situado en
el Palatino. Con una solemne procesión la diosa fue trasladada a su nuevo
“hogar”.
Los quindecemviri sacris faciundis
Estos quince sacerdotes deben velar por los libros
sibilinos, además de supervisar los cultos religiosos considerados extranjeros
por los romanos; por ello, son los encargados, desde tiempos del emperador
Claudio, de la supervisión del culto a Cibeles.
Los juegos de
la gran Madre
Comienzan el 4 de abril, finalizando el 10 de ese
mes. Consta de diversos eventos:
- La procesión
Parte de su templo en el Palatino hasta llegar al
Circo Máximo. Durante este pasacalle se lleva con gran júbilo a la divinidad
por la ciudad, acompañada de sus eunucos, los llamados galli, los cuales representan al paredro masculino de la diosa: el
castrado dios de la vegetación Attis. Según la legislación romana está
prohibido que los ciudadanos puedan acceder a este sacerdocio que se considera
bárbaro.
Estos galli
durante la procesión actúan en conmemoración de los curetes y coribantes, que
según el mito, ocultaron el llanto de un neonato Júpiter para que no fuese
devorado por su padre Saturno.
Aquí la descripción de estos galli en esta procesión tan escandalosa como musical:
“Los eunucos
empezarán su procesión batiendo sus huecos tambores, y los címbalos broncíneos
entrechocados unos con otros emitirán su tintineo. La diosa transportada sobre
la afeminada nuca de sus servidores, será conducida en procesión a través de
las calles de Roma en medio de los alaridos de sus fieles.”
Y la descripción de la procesión por el poeta
Lucrecio:
“La imagen de
la diosa deja el templo montada en un carro tirado por dos leones (…) se la
transporta en procesión entre el escalofrío de la multitud (…) entre música de
palmas, tambores, címbalos y flautas es llevada a través de las ciudades la
imagen silenciosa de la diosa. Y ella dispensa sus favores a los mortales con
su muda protección; el bronce y la plata cubren todo el recorrido porque son
una ofrenda generosa de los fieles. Cae nieve de rosas que oscurecen a la Madre
y al cortejo que la acompaña.”
- Colecta callejera
Un incendio destruye el templo en el 111 a . C. El dinero para su
reconstrucción lo donó la plebe y algunos patricios. Desde ese momento inicia
la costumbre de realizar colectas por las calles para el mantenimiento de su
templo, culto y sus devotos eunucos. Lo habitual es que se hagan pequeñas
donaciones con monedas de muy escaso valor.
- Banquetes
Los patricios ofrecen banquetes callejeros a los
plebeyos –este tipo de invitación se denomina mutationes-, buscando honrar a la diosa, a la que se considera
presente. Aunque muchos patricios aprovechan para realizar suntuosas cenas, con
tal dispendio y extravagancia, que incluso una ley –en el 161 a . C.-, determinó cuales
eran las cantidades máximas de gasto para estas cenas.
He aquí una descripción de tal prohibición por el
escritor y abogado Aulo Gelio (II, 24):
“…se les
ordenaba que juraran ante los cónsules, con las palabras prescritas, que en una
cena no harían gasto mayor de ciento veinte ases, exceptuando las legumbres, la
harina y el vino; que no usarían vino extranjero, sino patrio y que en el
convivio servirían la mesa con un peso de plata mayor a cien libras.”
El plato más común en estos banquetes es el llamado
moretum, un tipo de queso aderezado
con especias aromáticas, sal, ajo y vinagre; se le pueden añadir nueces.
Símbolo de frugalidad, con la idea de conmemorar a la diosa y sus más sencillos
frutos terrenales.
- Lectisternio
El estado romano prepara a su vez un banquete
cercano al templo de la diosa, en el Palatino. Allí, recostada en un diván,
participa de tal evento. Engalanada, purificada y rodeada de sus atributos
sagrados, este tipo de ritual recibe el nombre de lectisternium, que indica precisamente que la divinidad está recostada
en un diván.
En los banquetes privados se colocan símbolos de la
diosa sobre la mesa, como cabezas o estatuillas, plantas aromáticas y demás.
Este tipo de rito es complejo, variable, y común a todas las divinidades.
- Juegos escénicos
Presididos por los ediles curules, estos juegos se
desarrollan cerca del templo que la diosa posee en el Palatino. Están
prohibidos los juicios. No son pocos los artistas romanos y de todo el Imperio
que aprovechan para mostrar sus obras teatrales inéditas durante estos juegos tan
populares. Muchos acuden a Roma solo por vez estas obras.
Así lo detalla Ovidio
en sus Fasti:
“Resuena el
teatro, los juegos os llaman: acudid al espectáculo, romanos, y que el foro, en
donde se dirimen los pleitos, permanezca vacío tras hacerse una tregua.”
- Juegos circenses
Finalizan los ludi
megalenses con una última procesión por el Circo Máximo, previo a las
carreras y espectáculos ecuestres. No son pocos los dioses que allí se ven.
Ovidio lo describe magistralmente en sus Amores III:
“Peo ya sale
la pompa procesional; silencio y atención: llega el momento del aplauso, viene
la brillante pompa. En primer lugar, resplandece la Victoria con las alas
extendidas. Ven aquí y haz, ¡oh diosa! Que triunfe mi amor. Aplaudid a Neptuno
los que os fiáis demasiado de las olas: yo no tengo nada que ver con el piélago,
y vivo contento en mi tierra. Soldado, aplaude a tu dios Marte; aborrezco las
armas, soy amigo de la paz y el amor, que vive en medio de las dulzuras. Que Febo
sea propicio a los augures, Diana a los cazadores, y Minerva reverenciada por
los artífices manuales. Labriegos, alzaos en presencia de Ceres y el tierno
Baco, el púgil conquiste los favores de Pólux el caballero los de su hermano Cástor.
Nosotros reservamos los aplausos para ti, dulce Venus, y el rapaz de potentes
flechas; (…) Ya el circo se despejó; va a comenzar el espectáculo; el pretor da
la señal, y las cuadrigas salen a la vez de sus cárceles.”
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