Tan antiguos como el hombre, el humor y la risa, compañeros inseparables, son alimento indispensable para la mente. Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha buscado la forma de burlarse de todo, incluido de si mismo y de todo lo establecido: rebeldía y un poco de locura, chanza y contagiosa risa. Los griegos y los romanos no iban a ser menos, conocidos por su elocuencia, pero también por su locuacidad. Pero entre todos ellos algunos pueblos destacaban por su socarronería y jocosidad, como los sicilianos, rodios y atenienses. Desde tiempos de la Grecia de Perícles y hasta época bizantina circulaban por el Mediterráneo multitud de libros que recogían chistes, chanzas y dichos populares. Los romanos los llamaban De ridiculis. Al alcance de casi todo el mundo, incluso los eruditos los leían y encargaban. No era raro que se enviasen entre amigos de lejanas ciudades. Puede decirse que circulaban por el Imperio más de lo que uno puede esperar. Por ejemplo, hacía furor entre las doncellas y...
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