Peculiar
festival en el que se conmemora a los gansos y castiga a los perros, como
recuerdo de un hecho histórico bélico.
Origen histórico y mitológico
Tras
la derrota de los romanos en la batalla del río Alía (390/387 a. C.) los galos
asediaron Roma, aunque no pudieron tomar el Capitolio. Durante la noche, un
grupo de guerreros galos intentó un asalto, con la esperanza de tomar por
sorpresa la colina. Sin embargo, los gansos sagrados de Juno graznaron
alertados, no así los perros guardianes –ni sus propios guardianes-, que
guardaron silencio. Gracias a los gansos se pudo rechazar el asalto.
Plutarco, en su Fortuna
de los romanos 12, lo describe someramente: “Se criaban gansos sagrados en el recinto del templo a Juno y estaban
al servicio de la diosa. Este animal es por naturaleza fácilmente perturbable y
muy asustadizo ante cualquier ruido. Y entonces los gansos estaban descuidados
por las continuas dificultades de los de dentro –los asediados en el
Capitolio-; su sueño era ligero e incómodo por el hambre y, por ello, se dieron
cuenta de los enemigos en cuanto coronaron el acantilado. Comenzaron a chillar
y se les lanzaron impetuosamente. A la vista de las armas se alborotaron aún
más y llenaron el lugar de un áspero clamor disonante. Gracias a él los romanos
se levantaron y comprendiendo lo que ocurría rechazaron a los enemigos y los
despeñaron por el precipicio. En recuerdo de aquellos acontecimientos se lleva
aún en procesión un perro empalado en una estaca y un ganso sentado con toda
solemnidad en una lujosa litera portátil.”
Quizás
como excusa puede decirse que, según el propio Plutarco y Eliano, consideran
que los galos habían alimentado a los perros, que hambrientos, habían aceptado
los alimentos con gusto; aunque este acto también puede considerarse como la
aceptación de un soborno y la traición sería aún mayor.
La cruel procesión
Se
llevan perros y gansos en procesión, desde los templos de Juventas y Summanus,
hasta el Circo Máximo. Marco Manlio fue el cónsul romano que lideró a los
asediados en el Capitolio, dirigiendo a los iuventa,
a los jóvenes en edad militar. Por ello se honra a Juventas. En el caso de
Summanus, se trata de una complicada deidad de carácter infernal, contrapartida
negativa de Júpiter y similar a Plutón.
Los
gansos van engalanados de oro y púrpura, transportados en una lujosa litera. Los
perros no tienen la misma suerte. Sufren la pena de la furca, un instrumento de castigo máximo, con la forma de una Y,
elaborado en madera. Este castigo suele estar reservado a los traidores o a los
que cometen crímenes sexuales. Lo habitual es que se emplee madera de un arbor infelix, un árbol que no da
frutos, o los que da son de apariencia sombría, esté asociado a la mala fortuna
o a los dioses infernales. Plinio precisa que debe ser madera de saúco.
Se
trata de un castigo especialmente cruel y brutal. La cabeza se sitúa en el
vértice de la Y, un travesaño horizontal sujeta la cabeza. Debido a la posición
de la víctima, esta suele morir por asfixia. La furca va acompañada de flagelación, siendo vendados los ojos de los
condenados y sus manos –o en este caso, patas- atadas por cuerdas.
Como
morbosa curiosidad, se puede precisar que se trata de una muerte considera
maldita. Los espíritus de los que mueren en la furca, de igual modo de aquellos que mueren ahorcados o
decapitados, ahogados o enterrados vivos, se consideran condenados, malditos a
vagar por la tierra de los vivos.
La procesión según Plutarco
Plutarco,
sin embargo, narra que en la procesión se emplean un solo ganso y un perro, y
que este va empalado en una estaca –staurus-,
que a menudo se traduce como cruz, aunque esta suele tener la forma de una T,
elaborada en madera de igual forma que la furca.
Nota del autor: personalmente creo que se empleaban los
dos sistemas de furca y staurus según el “gusto” del organizador
del festival.
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