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Calendario religioso romano: Dies natalis del templo a los Lares Permarini -22 de diciembre-

Representación de un puerto
Aniversario conmemorativo de la dedicación a los dioses marinos conocidos como lares permarini; aunque también denominados lares marini.

El término permarini
Groso modo, permarini puede traducirse como “de los mares”, aunque es un término algo más complejo. Sería más apropiado indicar que hace uso de los mares, ya sea navegando por los mismos o habitándolos.

¿Quiénes son estos lares permarini?
Divinidades protectoras de la navegación, de los marinos y sus navíos, especialmente en momentos de grave necesidad, como tormentas o borrascas. Son similares a los lares compitales o los lares praestites (ver los festivales de la Compitalia y Laribus respectivamente). En cierta medida y debido a su naturaleza “civilizada”, los permarini suelen tener mayor influencia en las aguas surcadas habitualmente por los barcos y las tutas marítimas mejor conocidas.
Muchos navíos disponen en sus proas una pequeña cella, un pequeño habitáculo, en la que depositan las efigies, de simple barro en la mayoría de los casos, de estos lares. Se trata, claro está, de un singular y marino lararium. Al fin y cabo, los permarini son los protectores de los marineros.
Son similares, curiosamente, a las divinidades fenicias denominadas pataicos, representados como niños grotescos, espantosos, de barrigas abultadas, ocultos también en la proa de sus navíos.
Debido a la influencia helenística, estos lares permarini, siempre de número y aspecto variable, han sido identificados a su vez con diversas divinidades, por ello se pueden considerar permarini a Castor y Pólux, a los tritones, a Palemon, Tetis, a Salacia– la griega Anfítrite- y su esposo, Neptuno. Por lo tanto, tenemos a los lares permarini y otras divinidades asociadas a ellos, o bien, que al ser identificadas con el mismo nombre, por costumbre o el paso del tiempo, se han convertido en permarini.

La batalla de Mioseno (190 a. C.)
Luchaba la república romana contra Antíoco III el Grande, rey de Siria, descendiente ya lejano de Seleuco, uno de los comandantes de Alejandro Magno. Ambos estados, Roma y Siria, decidían en esta contienda cual de ellos dominaría tanto la Hélade como Asia Menor. Antíoco deseaba que su reino recuperase el prestigio y el poder que había tenido antaño, tras una larga decadencia.
La guerra se libraba tanto por tierra como por mar, asunto que nos interesa. Comandaba la flota romana L. Emilio Régilo y la del rey Antíoco, Polixénidas, un general y almirante rodio desterrado. Tras diversos amagos y órdagos entre los dos líderes contendientes –cada uno buscaba el momento propicio para la batalla-, decidieron el combate naval en Mioseno, entre las islas de Quíos y Samos, en Asia Menor.
Apiano, en Sobre Siria (27), nos describe la batalla y su resultado: “Poco tiempo después tuvo lugar un combate naval entre Polixénidas y los romanos en las proximidades de Mioneso, donde se habían congregado Polixénidas con noventa naves acorazadas y Lucio, el almirante romano, con ochenta y tres, de las cuales veinticinco procedían de Rodas. Eudoxo, el comandante de estas últimas, estaba colocado en el ala izquierda y, cuando vio que Polixénidas por el otro lado extendía su línea mucho más allá de la establecida por los romanos, tuvo miedo de ser rodeado y, navegando velozmente alrededor con sus naves rápidas y sus remeros expertos en la mar, condujo en primer lugar contra Polixénidas a las naves portadoras de las máquinas de fuego, que resplandecían por las llamas desde todos los ángulos. Las naves de éste no se atrevían a embestirlas por temor al fuego y, dando vueltas alrededor en círculos, se escoraban llenándose de agua de mar y se golpeaban con las serviolas. Finalmente, una nave rodia embistió a una sidonia y, como consecuencia del fuerte golpe, salió disparada el ancla de la nave sidonia y fue a clavarse en la rodia quedando trabadas ambas naves entre sí. Por este motivo, al estar inmovilizadas las naves, el combate entre las tripulaciones tuvo lugar como en tierra firme. Entretanto, muchas otras naves acudieron en auxilio de una y otra, y se entabló una brillante pugna por ambos bandos en la que las naves romanas navegaron contra el centro de la línea de Antíoco, que había quedado desguarnecido por la razón expuesta, y rodearon al enemigo antes de que se diera cuenta. Cuando éstos lo advirtieron, se produjo la huida y la persecución y fueron destruidas veintinueve naves de Antíoco, de las que trece fueron capturadas con sus tripulaciones. Los romanos perdieron sólo dos.”

Durante la batalla, L. Emilio Régilo había prometido un templo a los lares permarini, sabiendo que una victoria naval en ese momento podía ser decisiva para el transcurso de la guerra siria. Tras Mioseno, se pierde el nombre de Polixénidas, que huyó hasta la corte de Antíoco.

Aedes Lares Permarini
El templo, prometido por L. Emilio Régilo durante la batalla de Mioseno, fue inaugurado, sin embargo, once años más tarde. Fue inaugurado por el censor M. Emilio Lépido el 22 de diciembre del 179 a. C., siendo su dies natalis.
Tito Livio en su Historia de Roma XL (52. 4) nos habla de un detalle que puede admirarse en el templo: una placa conmemorativa sobre la batalla.
“Encima de los batientes de la puerta del templo se fijó una placa con este texto: «A Lucio Emilio, hijo de Marco Emilio, que partió a resolver una importante guerra para someter a los reyes, esta batalla le sirvió de base para concluir la paz… bajo sus auspicios, su mando, su buena estrella y su dirección, entre Éfeso, Samos y Quios, ante los ojos del propio Antioco, de todo su ejército, de su caballería y sus elefante, la hasta entonces invicta flota del rey Antioco fue dispersada, aplastada y puesta en fuga, y allí fueron capturadas aquel día cuarenta y dos naves de guerra con toda su dotación. Después de librarse aquella batalla, el rey Antioco y su reino… Por esta victoria prometió con voto un templo a los lares del mar». Se fijó otra placa con el mismo texto sobre la puerta del templo a Júpiter en el Capitolio.”

El templo está situado en la zona meridional del Campo de Marte, entre los pórticos de Pompeyo y Minucia. En este último se realiza una importante función en la ciudad: la distribución de alimentos a la plebe, por lo que suele ser un lugar muy concurrido. El templo a los Lares Permarini está adscrito a una zona sagrada que comparte con otros templos dedicados a Feronia, a Fortuna Huiusce Diei y Juturna.

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