Representación de un puerto |
Aniversario conmemorativo de la dedicación a los
dioses marinos conocidos como lares permarini;
aunque también denominados lares marini.
El término permarini
Groso modo, permarini puede traducirse como “de los
mares”, aunque es un término algo más complejo. Sería más apropiado indicar que
hace uso de los mares, ya sea navegando por los mismos o habitándolos.
¿Quiénes son
estos lares permarini?
Divinidades protectoras de la navegación, de los
marinos y sus navíos, especialmente en momentos de grave necesidad, como
tormentas o borrascas. Son similares a los lares
compitales o los lares praestites
(ver los festivales de la Compitalia
y Laribus respectivamente). En cierta
medida y debido a su naturaleza “civilizada”, los permarini suelen tener mayor
influencia en las aguas surcadas habitualmente por los barcos y las tutas
marítimas mejor conocidas.
Muchos navíos disponen en sus proas una pequeña cella, un pequeño habitáculo, en la que
depositan las efigies, de simple barro en la mayoría de los casos, de estos
lares. Se trata, claro está, de un singular y marino lararium. Al fin y cabo, los permarini son los protectores de los
marineros.
Son similares, curiosamente, a las divinidades
fenicias denominadas pataicos,
representados como niños grotescos, espantosos, de barrigas abultadas, ocultos
también en la proa de sus navíos.
Debido a la influencia helenística, estos lares
permarini, siempre de número y aspecto variable, han sido identificados a su
vez con diversas divinidades, por ello se pueden
considerar permarini a Castor y Pólux, a los tritones, a Palemon, Tetis, a Salacia–
la griega Anfítrite- y su esposo, Neptuno. Por lo tanto, tenemos a los lares
permarini y otras divinidades asociadas a ellos, o bien, que al ser identificadas
con el mismo nombre, por costumbre o el paso del tiempo, se han convertido en
permarini.
La batalla de
Mioseno (190 a .
C.)
Luchaba la república romana contra Antíoco III el
Grande, rey de Siria, descendiente ya lejano de Seleuco, uno de los comandantes
de Alejandro Magno. Ambos estados, Roma y Siria, decidían en esta contienda
cual de ellos dominaría tanto la Hélade como Asia Menor. Antíoco deseaba que su
reino recuperase el prestigio y el poder que había tenido antaño, tras una
larga decadencia.
La guerra se libraba tanto por tierra como por mar,
asunto que nos interesa. Comandaba la flota romana L. Emilio Régilo y la del
rey Antíoco, Polixénidas, un general y almirante rodio desterrado. Tras
diversos amagos y órdagos entre los dos líderes contendientes –cada uno buscaba
el momento propicio para la batalla-, decidieron el combate naval en Mioseno,
entre las islas de Quíos y Samos, en Asia Menor.
Apiano, en Sobre Siria (27), nos describe la
batalla y su resultado: “Poco tiempo
después tuvo lugar un combate naval entre Polixénidas y los romanos en las
proximidades de Mioneso, donde se habían congregado Polixénidas con noventa
naves acorazadas y Lucio, el almirante romano, con ochenta y tres, de las
cuales veinticinco procedían de Rodas. Eudoxo, el comandante de estas últimas,
estaba colocado en el ala izquierda y, cuando vio que Polixénidas por el otro
lado extendía su línea mucho más allá de la establecida por los romanos, tuvo
miedo de ser rodeado y, navegando velozmente alrededor con sus naves rápidas y
sus remeros expertos en la mar, condujo en primer lugar contra Polixénidas a
las naves portadoras de las máquinas de fuego, que resplandecían por las llamas
desde todos los ángulos. Las naves de éste no se atrevían a embestirlas por
temor al fuego y, dando vueltas alrededor en círculos, se escoraban llenándose
de agua de mar y se golpeaban con las serviolas. Finalmente, una nave rodia
embistió a una sidonia y, como consecuencia del fuerte golpe, salió disparada
el ancla de la nave sidonia y fue a clavarse en la rodia quedando trabadas
ambas naves entre sí. Por este motivo, al estar inmovilizadas las naves, el combate
entre las tripulaciones tuvo lugar como en tierra firme. Entretanto, muchas
otras naves acudieron en auxilio de una y otra, y se entabló una brillante
pugna por ambos bandos en la que las naves romanas navegaron contra el centro
de la línea de Antíoco, que había quedado desguarnecido por la razón expuesta,
y rodearon al enemigo antes de que se diera cuenta. Cuando éstos lo
advirtieron, se produjo la huida y la persecución y fueron destruidas
veintinueve naves de Antíoco, de las que trece fueron capturadas con sus
tripulaciones. Los romanos perdieron sólo dos.”
Durante la batalla, L. Emilio Régilo había
prometido un templo a los lares permarini, sabiendo que una victoria naval en
ese momento podía ser decisiva para el transcurso de la guerra siria. Tras
Mioseno, se pierde el nombre de Polixénidas, que huyó hasta la corte de
Antíoco.
Aedes Lares Permarini
El templo,
prometido por L. Emilio Régilo durante la batalla de Mioseno, fue inaugurado,
sin embargo, once años más tarde. Fue inaugurado por el censor M. Emilio Lépido
el 22 de diciembre del 179 a .
C., siendo su dies natalis.
Tito Livio en su Historia
de Roma XL (52. 4) nos habla de un detalle que puede admirarse en el
templo: una placa conmemorativa sobre la batalla.
“Encima de los batientes de la puerta del templo se fijó una placa
con este texto: «A Lucio Emilio, hijo de Marco Emilio, que partió a resolver
una importante guerra para someter a los reyes, esta batalla le sirvió de base
para concluir la paz… bajo sus auspicios, su mando, su buena estrella y su
dirección, entre Éfeso, Samos y Quios, ante los ojos del propio Antioco, de
todo su ejército, de su caballería y sus elefante, la hasta entonces invicta
flota del rey Antioco fue dispersada, aplastada y puesta en fuga, y allí fueron
capturadas aquel día cuarenta y dos naves de guerra con toda su dotación.
Después de librarse aquella batalla, el rey Antioco y su reino… Por esta
victoria prometió con voto un templo a los lares del mar». Se fijó otra placa
con el mismo texto sobre la puerta del templo a Júpiter en el Capitolio.”
El templo está situado en la zona meridional del
Campo de Marte, entre los pórticos de Pompeyo y Minucia. En este último se
realiza una importante función en la ciudad: la distribución de alimentos a la
plebe, por lo que suele ser un lugar muy concurrido. El templo a los Lares Permarini está adscrito a una
zona sagrada que comparte con otros templos dedicados a Feronia, a Fortuna
Huiusce Diei y Juturna.
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