Ubicación del templo a Bellona |
La diosa Bellona
Diosa de la guerra de
origen sabino. Según Varrón, en su Lengua
Latina VIII, la divinidad recibía antaño el nombre de Duellona. Se la
representa ataviada como una guerrera con casco, portando un escudo, una lanza
o una espada, o bien una antorcha o, como describe Virgilio en la Eneida VIII, “un látigo
sanguinolento”. Se dirige a la batalla conduciendo una cuadriga.
Debido a su naturaleza,
se la identifica con Nerio, antigua divinidad bélica compañera de Marte; a
Nerio a menudo se le ofrecen los botines de guerra, aunque con el tiempo pierde
preeminencia. A Nerio también se la confunde con Minerva. Un asunto complejo.
Para los griegos, sin
embargo, Bellona es la diosa de la guerra Enyo, compañera de Ares –a veces
madre, hermana o esposa-.
En la lejana Capadocia,
se identifica con Ma, una antiquísima deidad bélica. Tanto es así que a menudo
se la denomina Ma-Bellona. En tiempos
imperiales puede decirse que es una sola divinidad. Es interesante decir que
las legiones de Sila fueron las que realmente trajeron a la diosa Ma a Roma:
los milites son perfectos vehículos
para traer nuevos cultos a la ciudad.
Se le rinde culto, muy a
menudo, conjuntamente con Marte y con Virtus, símbolo de varonil actitud,
incluyendo el valor militar. Tiene devotos y santuarios en todo el Occidente
romano, destacando, además de la propia Italia, Numidia y Germania Superior;
aunque debe aclararse que se trata de un culto minoritario.
Además de su carácter
bélico, su naturaleza, a menudo, es brutal, incluso sanguinaria. En el
imaginario disfruta de la violencia y la carnicería. En la poesía se la
describe disfrutando al decapitar la cabeza de sus enemigos, observando hasta
el paroxismo escenas truculentas. La compañera ideal para la guerra.
Aedes Bellonae
Acontecía la tercera
guerra contra los samnitas –apoyados además por los etruscos-, liderado el
ejército romano por Apio Claudio, el Ciego. Se presentó batalla contra estos, y
temiendo Claudio la derrota, rogó a Bellona por una cruenta victoria,
prometiendo un templo en su honor si Roma vencía. Era el año 296 a . C., y la diosa
cumplió: derrotado quedó el enemigo samnita. Años después el templo fue
inaugurado un 3 de junio, siendo su dies
natalis.
El aedes está situado en el extremo meridional del Campo de Marte, al
este de la Via Trimphalis, a la vista
del Circo Flaminio. Erigido fuera del pomoerium,
el límite sagrado de la ciudad, es adecuado para recibir a los generales
victoriosos que reclaman el triunfo. Los senadores deben deliberar y decidir si
aceptan esta reclamación. De igual modo, se suelen recibir a los embajadores de
las naciones extranjeras en este lugar. Cerca del templo se encuentra un senaculum, un recito apropiado tanto
para las reuniones del senado como para la recepción de embajadores u otros
personas a las que no se les permita atravesar el pomoerium.
Plinio el Viejo en su Historia Natural XXXV (12) nos
detalla una curiosa decoración del templo, entre lo bélico, pues se trata de
escudos, y lo privado, pues en ellos están pintados efigies de antepasados del
promotor del templo: “Por lo que sé, Apio
Claudio, que era cónsul con P. Servilio, fue el primero en dedicar escudos en
honor a su propia familia en un lugar público o privado. Puso las
representaciones de sus antepasados en el templo de Bellona, erigidas por
mandato suyo en un lugar elevado, para ser admiradas, y en ellas inscritas sus
honores y hazañas para ser leídas. Una disposición sumamente elegante; más
singularmente cuando una multitud de niños aparecen representados por tantas
figuras minúsculas, mostrando la continuación de la saga familiar; escudos como
éstos nadie puede mirar sin sensación de placer y de vivo interés.”
Estos escudos,
denominados clypei en plural, son de
antigua manufactura, circulares y elaborados en metal bruñido, aunque muy
delgados para llevar en batalla; en este caso son decorativos. Pintados sobre
ellos las efigies de los familiares fallecidos. Como puede leerse en el texto,
Apio Claudio fue el que inició esta costumbre ya común en tiempos imperiales.
La Columna Bellica
y los fetiales
Cerca del templo se halla
una pequeña columna truncada –columella-,
que recibe la curiosa denominación de Columna Bellica.
También se asocia a Apio
Claudio, el Ciego. Era el año 280
a . C., y Pirro, rey del Epiro, guerreaba al sur de
Italia. El senado, agotado en la contienda estaba dispuesto a firmar la paz con
el rey, pero Apio lo impidió tras dar un emotivo discurso patriótico, y aquí es
donde entra en la historia la columna de la guerra.
Costumbre era desde
antaño declarar la guerra al enemigo en una ceremonia en la que se arroja una
lanza en suelo adversario. Los encargados de este arcaico y simbólico rito
bélico son los fetiales, colegio
sacerdotal instituido por Numa Pompilio. Son los que declaran formalmente la
guerra o la paz. Sin ellos no se puede firmar un tratado con pueblos
extranjeros.
Apio, tras su discurso,
ya con el senado enardecido, se dirigió a la columella. Una vez allí, sabiendo los pormenores necesarios para
realizar el rito, obligó a uno de los soldados de Pirro allí presentes en la
comitiva a que “comprase” un pequeño terruño ante la estatua. Y así hizo. Ya
tenía ante sí Apio, el Senado y Roma un pedazo de territorio enemigo al que
hincar la lanza. Había nacido la Columna
Bellica.
Ovidio en sus Fasti VI (200-205) hace mención del
curioso y aguerrido episodio: “Cuando hayan pasado dos mañanas y Febo haya
repetido su salida y las mieses se hayan humedecido dos veces con al escarcha
caída, un día como ese dicen que fue consagrada Belona durante la guerra
etrusca, y siempre asiste favorablemente al Lacio. Su promotor fue Apio, quien,
al negar la paz a Pirro, vio bien con el entendimiento, pero estaba privado de
la luz del día. Un breve llano ofrece desde el templo la vista de la parte alta
del Circo Flaminio. Allí una pequeña columna de no pequeño significado: desde
ella es costumbre arrojar con la mano una lanza, que anuncia la guerra, cuando
deciden empuñar las armas contra un rey y pueblos.”
Este singular rito aún
perdura en tiempos de Marco Aurelio. Dion Casio comenta en su Historia romana que la lanza se
encuentra en el templo a Bellona. En su dies
natalis se recrea la acción de Apio y su declaración de guerra contra
Pirro.
Las Hilarias de Ma-Bellona
En marzo acontecen las
Hilarias a Cibeles, deidad procedente de Asia Menor. Esta gran diosa está
vinculada a Ma-Bellona. Ambos son cultos extremos, mistéricos, en esencia
orientales. Las Hilarias duran varios días, siendo denominado el día 27 dies sanguinis, el día de la sangre. Los
sacerdotes de Cibeles, los galli, se
flagelan violentamente en honor a Atis. La sangre brota en abundancia este día,
y los propios sacerdotes de Ma-Bellona les van a la zaga. Reciben el nombre
popular, plebeyo, de bellonarii –su
nombre oficial es hastiferi,
portadores de lanzas, organizados como una milicia-. Se flagelan y mutilan con
cuchillos de doble hoja, arrancando parte de su carne, para apaciguar la ira,
la violencia de su cruel y bélica deidad. La sangre que produce sus tremendas
heridas es el sacrificio. Incluso llegan a consumirla. Corren poseídos por la
deidad, gritando grotescamente, profiriendo profecías. Para muchos son una
plaga, ocasionando destrozos allí donde se encuentren. El poeta Marcial los
llama turba entbeata Bellonae –la
turba posesa de Bellona-. También se dice que emplean estramonio, planta de
naturaleza alucinógena –nuestra atropa belladonna-,
para llegar al éxtasis con su divinidad. Para ello se bebe con vino.
La cuestión es que en
tiempos de Cómodo, la mayoría de estos bellonarii simulan las heridas,
produciéndose pequeños cortes. Todo un espectáculo pero sin cortes reales. El
emperador, al ser informado del engaño, puso especial énfasis en remediar esta
cuestión: nada de cortes simulados con sus cuchillos de doble hoja. Una muestra más de la crueldad de Cómodo, muy acorde, además, con la brutalidad de Bellona.
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