Festival
en honor a Vesta, diosa del hogar y el fuego sagrado de Roma –y así se la
representa: como una llama eterna-. Diosa de gran antigüedad, su aedes fue inaugurado por Numa Pompilio,
uno de los primeros reyes romanos, el más piadoso, sabio y religioso de todos.
Denominación de apertura y
clausura del festival
El
primer día del festival recibe el nombre de vesta
aperitur; el día de clausura del festival recibe el nombre de vesta clauditur.
Ofrendas
Durante
el festival las matronas (ciudadanas casadas) más devotas, descalzas y con el
pelo suelto, tienen permitido acudir al aedes
vestae –la parte exterior del templo-
y ofrecer a la divinidad pequeñas ofrendas en forma de escudillas con alimentos
sencillos. Vesta es protectora a su vez de las despensas romanas y de las
pequeñas capillas en las que las familias guardan sus lares.
El
resto del año está prohibida la entrada a estos lugares, salvo para el flamen
dialis –sumo sacerdote de Júpiter-, las propias vestales y, nuevamente, unas
pocas matronas de reconocida virtud. Los hombres nunca pueden entrar.
El
penus vestae es la parte más sagrada
e inaccesible de todo el recinto; ahí se guardan las reliquias y objetos
sagrados. Solo está permitida la entrada a las vestales.
Las
vestales ofrecen a la diosa la mola salsa
–torta salada hecha de espelta-. La harina y la salsa se mezclan con agua de la
cercana fuente Juturna. El agua, transportada en jarras consagradas, no puede
tocar el suelo, ya que debe estar incorrupta. También ofrecen miel y vino a la
diosa.
Aedes Vestae |
Matronas descalzas
Ovidio
en sus Fasti, VI (395-415) explica como curiosidad porqué las matronas acuden
descalzas al templo: nada de acto piadoso, sino algo más prosaico y práctico.
La zona era antaño lugar pantanoso: “Casualmente
regresaba del festival de Vesta por el camino que ahora une el Camino Nuevo con
el foro romano. Hacia ahí vi bajar a una matrona con los pies descalzos; me
llené de callado estupor y detuve el paso. Una anciana de la vecindad lo
advirtió y me mandó sentar, hablándome con voz temblorosa, mientras movía la
cabeza: «Esto, donde están ahora los foros, lo cubrían charcas húmedas; había
un foso empapado con el agua que rebosaba del río. El Curcio, que sostiene
altares secos, es ahora terreno seco, pero antes era un lago. Por donde ahora
suelen ir las procesiones a través del Velabro hasta el Circo, no eran más que
saucedales y cañas huecas; con frecuencia el comensal, cuando vuelve al borde
de las aguas en torno a la ciudad, va cantando y arrojando palabras de borracho
a los marineros. Ese dios –refiriéndose a Vertumno-, apropiado para diversas
figuras, todavía no había tomado el nombre de cambiar el río. Aquí había
también un lago de juncos y cañas densas, y una charca en la que no se podía
entrar con los pies descalzos. Los pantanos desaparecieron y las aguas están
dentro de sus riberas, y la tierra es ahora seca; sin embargo, se conserva
aquella costumbre».
Molineros y panaderos
El
día 9 es honrado por los profesionales del pan, que agradecen a Vesta la llama
y el calor de las cenizas, imprescindibles para elaborar uno de los alimentos
más importantes para la existencia humana. Además, ese día están dispensados de
trabajar.
Ovidio
en sus Fasti, VI (310-320) nos lo narra: “He
aquí que cuelgan hogazas de pan en asnillos adornados con coronas, y floridas
guirnaldas recubren las ásperas muelas de molino. Antes los granjeros cocían en
los hornos sólo espelta (y existe también el rito de la diosa de los Hornos).
El fuego del propio hogar proporcionaba el pan que habían puesto bajo la ceniza
y en el suelo caliente colocaban una teja partida. Desde entonces el panadero
honra el hogar y a la dueña del hogar y a la borriquilla que hace girar las
muelas de pómez”.
Limpieza del aedes vestae
El
último día del festival se abren las puertas del aedes vestae. Las vestales y algunas matronas escogidas limpian el
lugar tras un año sin limpieza de ningún tipo: barren, friegan los suelos,
purifican con agua variados objetos. Finalmente, los desperdicios son arrojados
al Tíber. De este modo finaliza el festival, con una purificación real y
simbólica.
En
muchas casas, tras adornar con flores sus hogares, las matronas también
realizan esta limpieza buscando a su vez participar de la purificación
simbólica.
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