Preparando el tocino y las habas |
Festival
en honor a Carna, divinidad protectora de los órganos vitales. Este día también
recibe el nombre de fabrariue calendae o
Kalendae fabariae, pues es costumbre realizar un banquete donde el tocino y
las habas –fabae- son los alimentos
principales.
Tocino y habas
Ovidio
explica con detalle la importancia de estos alimentos en sus Fasti, libro VI, 170-180, aunque
idealizando los tiempos primitivos:
“¿Me preguntas por qué se come
tocino grasiento aquellas calendas, y por qué mezclan habas con espelta
caliente? Ella es una diosa antigua y se alimenta con la comida que se
acostumbraba antes, y no es golosa como para desear manjares de importación. El
pez nadaba con aquellas gentes sin temor al anzuelo y las ostras estaban
seguras dentro de sus conchas. El Lacio no conocía las aves que suministra la
rica Jonia –se refiere al francolín, ave parecida a la perdiz- ni el pájaro que
se deleita con la sangre pigmea –se refiere a la grulla-. Y del pavo real no
agradaban más que las plumas, y la tierra no había enviado antes los animales
capturados. El cerdo estaba en estima: las fiestas celebraban con matanza de
cerdos; la tierra sólo daba habas y espelta dura. Quienquiera que come en las
calendas del sexto mes estos dos productos al mismo tiempo, dicen que a éste no
le puede doler las tripas.”
Ambos
alimentos son muy nutritivos, importantes en la dieta de los antiguos romanos,
tal y como asegura Macrobio: “robustecen
las fuerzas corporales.”
La diosa Carna
De
gran antigüedad, se la confunde a menudo con Cardea, diosa de los goznes y con
la ninfa Crane –Ovidio en sus Fasti las confunde y mezcla-. Carna es protectora
y garante de los órganos vitales, especialmente del corazón, los pulmones y el
hígado. Su nombre, según etimología popular, deriva de caro carnis “carne”. En origen era una diosa del Inframundo, aunque
con el tiempo ha ganado en carácter benéfico.
En
Roma posee un santuario dedicado por Junio Bruto en el monte Celio, y al
suroeste de la ciudad, se le honra en el bosquecillo sagrado llamado Helerno;
este bosquecillo, alimentado por el Tíber, es la sede del dios Helerno, oscura
y desconocida deidad, al parecer patrón de las habas –estas relacionadas con
las almas de los muertos-.
Carna y las striges
Como
protectora de los órganos vitales, y por asociación, de la sangre y la vida,
Carna es propicia para proteger a los infantes de unos seres llamados striges –vampiros con forma de aves
similares a los buhos-. Ovidio los describe de la siguiente forma: “Hay unos aves voraces, no los que engañaban
las fauces de Fineo con los manjares –refiriéndose a las Harpías-, pero tienen
la descendencia de ellos. Tienen una cabeza grande, ojos fijos, picos aptos
para la rapiña, las plumas blancas y anzuelos por uñas. Vuelan de noche y
atacan a los niños, desamparados de nodriza, y maltratan sus cuerpos, que
desgarran en la cuna. Dicen que desgarran con su pico las vísceras de quien
todavía es lactante y tienen las fauces llenas de la sangre que beben. Su
nombre es «vampiro» (striges); pero la razón de este nombre es que acostumbra a
graznar (stridere) de noche de forma escalofriante.” Añade, posteriormente,
posibles orígenes de estos seres, ya sean aves voraces, engendrados por
encantamientos de los marsos –pueblo del sur de Italia- o viejas brujas
transformadas en aves por encantamientos.
Ovidio
describe, a continuación, el modo de protegerse de estos seres, en boca de
Crane, una nodriza conocedora de los secretos de Carna: “[…] tocó tres veces las jambas de la puerta con
hojas de madroño; tres veces con hojas de madroño señaló el umbral. Salpicó con
agua la entrada (el agua también era medicinal) y sostenía las entrañas crudas
de una marrana de dos meses. Y dijo del siguiente modo: «Pájaros nocturnos,
respetad el cuerpo del niño; por un pequeño es sacrificada una víctima pequeña.
Tomad, os lo ruego, corazón por corazón y entrañas por entrañas. Esta vida os
entregamos por otra mejor». Cuando huno sacrificado de esta manera, colocó al
aire libre las entrañas partidas y prohibió a los que estaban presentes en la
ceremonia volver la vista atrás. Colocó una vara de Jano, tomada de la espina
blanca –espino albar-, donde una pequeña ventana daba luz a la habitación.
Cuentan que, con posterioridad a aquel rito, los pájaros no ultrajaron la cuna,
y el niño recobró el color que antes tenía”.
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