Festival en honor a Juno Lucina, garante de los matrimonios, y especialmente de los partos,
protegiendo tanto al neonato como a la madre. El propio nombre del festival
deriva de “madres” –matres en latín-,
para indicar con mayor claridad que se realiza en honor a las mujeres que han
dado a luz, y su vinculación con la divinidad.
Inauguración del aedes a Juno Lucina
La fecha del festival escogida es aquella en la que
fue inaugurado uno de los templos más antiguos en honor a Juno, allá por el 375 a . d. n. e., por el rey
sabino Tito Tacio, en una arboleda sagrada. Situado en la ladera norte de la
colina Esquilina, en lo que se conoce como el Cispius mons. En el 191
a . d. n. e. fue alcanzado por un rayo que daño sus
puertas. Ya restaurado, fue ampliado el templo por el cuestor Q. Pedio en el 41 a . d. n. e.
En el templo era común, ya desde tiempos de Servio
Tulio, ofrendar los primeros regalos ofrecidos a los recién nacidos, por lo que
la cantidad de este tipo de ofrendas debía ser considerable.
Cabe destacar que durante la Matronalia las mujeres
que acudían a honrar a Juno a este templo debían observar ciertos deberes
religiosos relacionados con su aspecto y vestimenta: debían llevar el pelo
suelo -lo que era contrario al decoro romano para las mujeres casadas-, no se
les permitía llevar cinturones o nudos en sus ropas, requisitos arcaicos muy
vinculados a la superstición e incluso la brujería.
Origen
Según el mito fue instaurado por Rómulo a
instancias del propio Marte tras el conocido rapto de las sabinas –las primeras
esposas de los romanos.- El festival era una forma de conmemorar aquella paz
obtenida por las sabinas entre sus maridos, padres y hermanos, antes enemigos,
ahora familia.
Como siempre, mejor a Ovidio en sus Fasti que a
un servidor para comprender la realidad de aquella época:
«Si cabe a
los poetas oír las revelaciones secretas de los dioses, como al menos es fama
que cabe, siendo como eres apropiado para funciones de hombres, Gradivo, dime
por qué las matronas celebran tu fiesta». Así dije yo. Marte, dejando el casco,
aunque en su mano derecha continuaba la lanza arrojadiza, me habló
del siguiente modo: «Ahora por primera vez se me invoca en misión de paz, dios
como soy que rinde en las armas, y encamino mis pasos hacia un cuartel nuevo, y
no me arrepiento de la empresa. Me agrada hallarme también en esta función,
para que no piense Minerva que sólo ella puede hacerlo. Aprende, poeta empeñado
en los días latinos, lo que preguntas, y graba mis palabras en tu mente para
recordarlas. Roma, si quieres remontarte a sus primeros orígenes, era pequeña,
pero con ser pequeña tenía la esperanza de ser como ésta. Ya estaba en pie la
muralla, estrecha para la población futura, pero para la población de entonces
demasiado amplia, a su parecer. Si preguntas cuál era el palacio de mi hijo,
fíjate en una casa de cañas y paja. En la paja se regalaba con el plácido
sueño, y, sin embargo, de aquel lecho llegó hasta las estrellas. Y el
romance tenía ya un nombre que desbordaba su lugar, pero él no tenía esposa
ninguna ni suegro.
Los ricos
pueblos vecinos despreciaban a los yernos pobres, y difícilmente, reían que yo
era el autor de sus días. Les perjudicaba habitar en las cabañas y apacentar
ovejas y tener unas pocas yugadas de suelo sin cultivar. Cada pájaro y cada
alimaña forman su collera y la culebra encuentra alguna con la que
reproducirse. A las tribus más remotas les es dado el matrimonio. En cambio, no
había ninguna que quisiera casarse con los romanos. Sentí dolor y le dije:
«Te he dado, Rómulo, el carácter de tu padre: fuera las súplicas; las armas te
darán lo que deseas». Rómulo preparó las fiestas de Conso. Conso te dirá el
resto de lo que pasó aquel día, mientras relatas su ceremonia. Los cures y
los que sufrieron el mismo dolor se consumían de cólera. Entonces por primera
vez un suegro se alzó en armas contra su yerno. Y ya las raptadas casi
tenían el nombre de madres, y la guerra entre vecinos había sido aplazada por
una larga tregua. Las desposadas se reunieron en el templo de Juno, como se les
había indicado. En medio de ellas, mi nuera se atrevió a hablar de la
siguiente manera: «Mujeres raptadas a un tiempo (puesto que esto tenemos en
común), no podemos seguir demorándonos en el cumplimiento de nuestros deberes
para con los nuestros. Los ejércitos están en sus posiciones, para elegid por
cual de las dos partes debemos implorar a los dioses. A un lado empuña las
armas nuestro esposo, al otro, nuestro padre. Hay que averiguar si preferís ser
viudas o huérfanas. Yo voy a proponeros un plan arrojado y piadoso». Y propuso
el plan. Ellas obedecieron y se soltaron el pelo, y cubrieron sus cuerpos
desconsolados con vestidos de luto.
Ya habían
formado los ejércitos dispuestos a combatir y matar; el clarín estaba a punto
de dar la señal de combate. Llegaron las raptadas entre las filas de sus padres
y las de sus esposos, llevando en su regazo a sus hijos, prendas queridas.
Cuando alcanzaron el medio de la campiña, se pusieron de rodillas en el suelo,
y los nietos, como si hubieran comprendido, dando tiernos gritos, tendían sus
pequeños brazos hacia los abuelos. El que podía gritaba que por fin había visto
a su abuelo, y el que casi no podía estaba obligado a poder. Cayeron
las armas y los ánimos de los hombres, y, abandonando las espadas, suegros
y yernos se estrecharon las manos. Alaban y retienen a sus hijas y sobre
el escudo lleva el abuelo a su nieto. Este uso del escudo resultaba más dulce.
A partir de entonces, las madres ebalias consideran deber no pequeño
celebrar el primer día que es mío, las calendas, bien porque se atrevieron
a meterse entre las espadas empuñadas y con sus lágrimas habían puesto fin a
las guerras marciales o bien las madres veneran ritualmente mi día y su
ceremonia porque por mí fue Ilia madre felizmente. ¿Pues qué? ¿No se marcha
entonces por fin el invierno cubierto de frío y se pierden las nieves
derretidas con el sol tibio, y vuelven a los árboles las hojas que el frío
había pelado, y se hincha la yema húmeda de la vid tierna, y la fértil planta,
oculta tanto tiempo, encuentra ahora el camino secreto por donde asomarse a la
brisa? Ahora está el campo productivo, ahora es la ocasión de criar ganado,
ahora prepara el pájaro su casa y hogar en la rama. Con razón veneran las
madres latinas la estación fecunda, pues sus partos conllevan la milicia y las
plegarias. Añádase que donde el rey romano montaba la guardia, en la colina que
ahora tiene el nombre de Esquilino, las nueras latinas levantaron ese día a
cargo del Estado un templo a Juno. ¿A qué extenderme cargando tu cabeza de
múltiples causas? Lo que preguntas helo ahí descollando ante tus propios ojos.
Mi madre quiere a las mujeres casadas. Las madres vienen en legión a visitarme:
esta causa tan piadosa es la que principalmente nos conviene». Traed flores a
la diosa; con plantas floridas se regocija esta diosa; ceñid vuestra cabeza con
flores tiernas. Decid: «Tú, Lucina, nos diste la luz». Decid: «Atiende tú las
plegarias de la parturienta». Y toda la que le halle embarazada, suéltese el
pelo y rece para que ella resuelva su parto sin dolor.”
Regalos de Matronalia
Durante el festival los maridos acostumbraban a
agasajar a sus esposas con regalos, los jóvenes muchachos a sus amantes y
novias, las hijas a sus madres, e incluso muchos hombres regalaban a sus
esclavas diversos presentes. Los más religiosos o tradicionales, además,
cantaban himnos a sus esposas.
Cabe decir que es día libre para los esclavos, y en
muchas casas las esposas libres les ofrecían un almuerzo preparado por ellas
mismas. El poeta Marcial en tono humorístico llamaba a este festival la
“Saturnalia de las mujeres”.
Otros ritos
durante las calendas de marzo
Además de estos sencillos ritos, se engalanaban las
puertas de la Regia, la Curia y las casas de los flamines con laureles,
incluyendo el templo de Vesta, que se purificaba con especial cuidado,
renovando su fuego sagrado. Incluso los salii,
sacerdotes de Marte, realizaban una procesión portando sus escudos sagrados de
bronce –los célebres ancilis-, en la
que se conocía como la processio saliorum.
La procesión realizaba su recorrido con diversas paradas, durante las cuales
efectuaban su danza guerrera y ritual, sin dejar de entonar el carmen saliare, himno arcaico que
empleaba un latín tan antiguo que apenas se comprendía ya en tiempos de la República.
Natalicio de
Marte
Algunos mitólogos y expertos consideran que el uno
de marzo era a su vez el “cumpleaños” de Marte -su dies natalis-.
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