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Calendario religioso romano: inicio oficial del año -1 de enero-


¿En qué mes comienza el año romano? ¿Enero o marzo?
Desde el 153 a. C., las calendas de enero inician el año civil romano; antes ese honor lo ostentaba marzo. Los cónsules en tiempos de la República juraban su cargo tradicionalmente en marzo, mes consagrado a Marte -antes del 218 a. C., incluso en mayo-; mes propicio para comenzar las actividades bélicas. Roma luchaba en el 153 a. C. contra una rebelión en la celtiberia, en Segeda, enviando con prontitud al cónsul Q. Fabio Nobilior, que tomó posesión de su cargo en enero, para facilitarle la llegada a Hispania y combatir a los insurrectos. Aunque esta guerra no requería tanta celeridad ni premura, el senado consideró que era momento de equiparar el mes civil con el religioso, además, debido a ciertos desfases en el calendario, enero no era “tan invernal” como puede pensarse.
Ya desde tiempos arcaicos el mes religioso comenzaba en enero. Así lo asegura Ovidio en sus Fasti I (39-44), cuando habla sobre Numa Pompilio y la denominación primitiva, según él, de los meses: “El primer mes era de Marte, y el segundo, de Venus: ésta era cabeza del linaje, y aquél su propio padre. El tercero tomó el nombre de los viejos, y el cuarto, el de los jóvenes; el grupo siguiente se indicó con su numero. Ahora bien, Numa no se olvidó ni de Jano ni de las sombras de nuestros antepasados y antepuso dos meses a los primitivos.”

En tiempos de Rómulo, el año comenzaba en marzo, ya que no existían ni enero ni febrero; dos meses añadidos por Numa Pompilio. Como puede verse, enero está consagrado a Jano, dios de los comienzos, siendo el más adecuado y propicio para comenzar el año.

Por lo tanto, es importante entender que en el año primitivo romano existían dos tipos de cómputos diferentes: el año civil (y militar) y el año religioso, y entre ambos, algo caótico, el año agrícola. Y que a partir del 153 a. C. estos se equiparan.

Toma de posesión de los cónsules
El 1 de enero los cónsules comienzan su mandato, yendo, primero en procesión al Capitolio para ofrecer, posteriormente, un sacrificio a Júpiter Óptimo Máximo. Ovidio en sus Fasti I (75-86), nos lo narra, casi poético: “¿Ves cómo reluce el cielo con los fuegos perfumados y crepita la espiga cilicia –el azafrán- al encender las hogueras? La llama reverbera con su brillo en el oro de los templos y esparce el resplandor tembloroso en lo alto del santuario. Van con las ropas intactas al alcázar de Tarpeya y el pueblo lleva el mismo color que el color de su fiesta; ya marchan delante los nuevos mandos, nueva púrpura refulge y el marfil llamativo siente pesos nuevos –las sillas curules-. Novillos exentos del trabajo, que la hierba falisca alimentó en sus campiñas ofrecen su cuello para que los hieran. Júpiter, cuando mira a todo el orbe desde su alcázar, no encuentra nada que ver que no sea romano.”

Tras la procesión los cónsules, ya en el Capitolio, realizan auspicios, observando el cielo, buscando la aprobación divina para proseguir correctamente los ritos según la costumbre. La víctima propicia a sacrificar es un buey blanco, símbolo de pureza, y grato a Júpiter, como señal de agradecimiento por el año transcurrido.
A continuación se realiza una solemne promesa en nombre del Estado; se trata de la vota publica. Estos votos se inscriben en el templo de Saturno.

Vota publica
  • Vota pro salute rei publicae: en tiempos de la República los cónsules proferían solemnes votos públicos, rogando por el favor de los dioses, por el bien de la república romana, y en algunas ocasiones, por cuestiones más específicas, como la consecución de una guerra.
  • Votum pro salute principis: ya en tiempos imperiales, el anterior voto persiste, realizándose como es costumbre en las calendas de enero, aunque se añade otro voto el día 3, con el fin de evitar confusiones. Este voto se realiza por la salus del emperador, por su salud, bienestar y seguridad, así como por el de su familia. En las provincias los gobernadores realizan los mismos votos.

Día hábil
Según la mentalidad –o superstición, según guste- romana, comenzar el año trabajando, realizando actividades de cualquier tipo, es propicio. Estar ocioso a principios del año no es buen augurio. Como asegura Jano en boca de Ovidio en sus Fasti: “Los augurios suelen hallarse en los principios”.
Este principio se aplica a cualquier acto solemne. El primer nombre pronunciado en ese tipo de actos debe ser propicio, incluyendo a los reclutas en el ejército o los esclavos que conducen a las víctimas en sacrificio. Todos ellos deben tener nombres afortunados, positivos. Costumbre que puede ser obsesiva en algunas personas.

Regalos de buen agüero
Es costumbre hacer regalos a los amigos y parientes en las calendas. Este tipo de regalo recibe el nombre de strenae, “de buen augurio”. Suelen ser regalos sencillos, rústicos, simbólicos en su esencia: dátiles, higos secos, miel, ramas de laurel… Jano, en boca de Ovidio, explica la razón de estos humildes regalos del siguiente modo: “«¿Qué significado tienen los dátiles y los higos arrugados –dije- ¿y la miel resplandeciente que se ofrece en un vaso blanco como la nieve?». «El motivo –dijo Jano- es el augurio: que semejante sabor persevere en las cosas y que el dulce año termine su camino emprendido».
A su vez, muchos son los que también regalan monedas de bronce, siendo más una costumbre de tiempos imperiales, que republicanos. Aunque algunos, con menos “modales”, regalan incluso monedas de oro.

La diosa Strenia
Diosa de la buena salud, del bienestar y del año nuevo; además de infundir valor ante los peligros. De origen sabino, su culto fue instituido por Tito Tacio, corregente con Rómulo. Según el mito, este rey fue el primero que advirtió la naturaleza sagrada de una arboleda, a la que dio nombre de Strenua, que en su lengua significa “saludable, benéfica –o incluso vigorosa, fortalecedora”-. De un árbol sagrado empleó una rama para los auspicios de año nuevo, siendo el primero en hacerlo, instituyendo la costumbre hasta tiempos imperiales. De esta costumbre, y de su nombre, procede la denominación de los regalos de año nuevo, los strenae.
La diosa posee una capilla y un soto sagrados –sacellum et lucus- en la Via Sacra, la calle más antigua y célebre de Roma.

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