La agricultura es la base económica del mundo antiguo, incluso más que el comercio. Es una forma de vida. Las regiones agrícolas alrededor de las ciudades la proveen de todo lo que necesitan para su existencia, siendo vital para el mundo romano. Por ello, el campesinado y los terratenientes son meticulosos a la hora de explotar sus tierras para producir alimento: campos bien delimitados y multitud de leyes para proteger y dirimir los conflictos más cotidianos… incluyendo el mal de ojo, el malum carmen incantare –“canto mágico”- y otras prácticas mágicas negativas.
Tal es la creencia en estos asuntos que la ley romana especifica que la utilización de la “magia” de forma perniciosa sobre el campo ajeno es fuertemente condenable, es un crimen detestable. Muy pocos dudan de la existencia de fuerzas ocultas que por medio de cantos apropiados pueden dañar las tierras del vecino o propiciar la cosecha propia.
Son múltiples los casos de terratenientes que acusan a otros asegurando que su cosecha “vuela” hacia la de su vecino, todo por medio de malas artes, o que un daemonium corta la cosecha para introducirla en el granero de otro. El acusado debe demostrar su inocencia si es acusado, aunque las “pruebas” sean casi nulas. En la mayoría de los casos el acusado puede demostrar su inocencia haciendo valer sus conocimientos sobre la agricultura, la ganadería y la veterinaria.
Por ejemplo, se da el caso de un pequeño terrateniente, que acusado por un poderoso senador, tiene que demostrar el porqué su cosecha es muy superior en cantidad y calidad a la de su acusador. Asustado pero sin fallarle el valor, acude con todo sus útiles de laboreo, sus esclavos, bien nutridos, así como sus animales, sanos y fuertes. Un espectáculo agreste en medio del juicio. Quedó absuelto al demostrar que su “magia” consistía en duro trabajo y meticulosidad, así como sus amplios conocimientos agrícolas.
A finales del siglo II las leyes contra el mal uso de las fuerzas ocultas se endurecen, ya que el Imperio se ve desbordado por multitud de creencias extrañas y exóticas, casi siempre procedentes del Oriente. Es una época oscura y supersticiosa.
Ideas para aventuras:
-Un personaje con propiedades es acusado de robarle la cosecha a un vecino. Debe demostrar que esto no es cierto. Si el acusador realmente tiene muy mala uva, puede incluso crear pruebas falsas, como introducir parte de su cosecha en el granero propiedad del personaje.
Ideas para aventuras:
-Un personaje con propiedades es acusado de robarle la cosecha a un vecino. Debe demostrar que esto no es cierto. Si el acusador realmente tiene muy mala uva, puede incluso crear pruebas falsas, como introducir parte de su cosecha en el granero propiedad del personaje.
-Un personaje con propiedades se percata de que sus tierras cada año dan menos frutos, justo lo que aumentan las del vecino. ¿Practicará malum carmen contra él o simplemente se trata de una casualidad?
-El pedrisco destruye gran parte de la cosecha del personaje. Lo raro es que la finca limítrofe sale indemne. ¿Cómo es esto posible sin intervención de la magia?
-Nacen algunos animales deformes y monstruosos al ganado propiedad del vecino. Este parece molesto, ya que los animales propiedad del personaje salen inmaculados. No duda en acusarle de mal de ojo –fascinium-. El personaje debe demostrar que no es culpable de nada… ¿o quizás lo sea? Al fin y al cabo el mal de ojo se produce a veces por simple envidia.
-Una plaga, ya sea de conejos o ratones, devora buena parte de la cosecha del personaje. Curiosamente, a estos animales no parece gustarle la comida del vecino. ¿Es posible que utilice algún tipo de magia para no permitirles la entrada y no comente nada al personaje? Según la ley esto puede considerarse mala práctica.
-Un personaje propietario de unos buenos terrenos erige un pequeño santuario a Marte y dioses asociados a la agricultura. Tras una buena cosecha se percata de que la estatua del santuario está ennegrecida y deteriorada. ¿Es posible que el vecino actúe con malas artes contra él y Marte le esté advirtiendo de ello? Lo mejor es consultar a un sacerdote adecuado y actuar al respecto contra el vecino.
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